Ya te he comentado acerca del recorrido conceptual del poemario “Soy el silencio”, partiendo de la búsqueda, pasando por el camino y la caída, hasta llegar al despertar. En todas esas etapas el denominador común, explícito o latente, es el silencio, pero no como la ausencia de sonidos, el silencio como forma de comunicación…
Soy ese silencio que habita en nosotros,
que aspira en su espera poder expresar
tantas cosas muy simples a amigos y otros
que entiendan mi voz que es tan solo mirar.
Es la voz del silencio que habla, como también está presente en la búsqueda…
Yo soy el silencio que busca en la vida,
sin saber de ella lo que habré de buscar,
pues me desangro por cargar una herida
que aplaca mis fuerzas en este luchar.
El silencio que acompaña el camino, que sigue siendo una búsqueda…
Voy con mí mismo, solitario y paciente,
navego en silencio buscando la luz,
limpiando mis llagas, vaciando mi pus,
me libero aquí y ya me siento valiente.
También escuchando e interpretando el silencio en los mensajes de los otros
Leyendo entre líneas o viendo los gestos,
escuchando silencios cargados de voz,
debería cada uno escudriñar en éstos
cuál es la intención oculta, la espada o la hoz.
La necesidad del silencio, el que, aparte de ser una forma de comunicación con los otros es obviamente una forma de comunicación con uno mismo.
Recurro a mi silencio, aquél que me han robado,
ese mismo que no hallo en gesto natural,
el cual siempre fue mi oasis, casi espectral,
y hoy siento ausente, pero nunca doblegado.
Presente en el pensamiento, el aislamiento que supone el silencio selectivo, apartar la mente de ruidos externos para percibir el silencio.
Bosque charlatán, locuaz como silencio,
permite intuir entre marcados bullicios,
gritos cargados de forasteros juicios,
si propios, si externos, yo no diferencio.
Y al final, como siempre la continua búsqueda está presente, pese a todo…
Y el rastreo silente, en pleno trayecto,
crece al intuir lo que se debe buscar,
solo una respuesta es viable en un proyecto,
al ser la vida un incesante cambiar.
Y va lo que estabas esperando, los poemas de los grandes, que esta vez comienzan con uno traducido del inglés, perteneciente a Emily Dickinson.
«Temo a la persona de pocas palabras.
Temo a la persona silenciosa.
Al sermoneador, lo puedo aguantar;
al charlatán lo puedo entretener.
Pero con quien cavila
mientras el resto no deja de parlotear,
con esa persona soy cautelosa.
Temo que sea una gran persona».
Para seguir con tres poemas silenciosos de Juana de América, Octavio Paz y García Lorca
SILENCIO (Juana de Ibarbourou)
Mi casa tan lejos del mar
Mi vida tan lenta y cansada.
¡Quién me diera tenderme a soñar
una noche de luna en la playa!
Morder musgos rojizos y ácidos
y tener por fresquísima almohada
un montón de esos curvos guijarros
que ha pulido la sal de las aguas.
Dar el cuerpo a los vientos sin nombre
bajo el arco del cielo profundo
y ser toda una noche, silencio,
en el hueco ruidoso del mundo.
SILENCIO (Octavio Paz)
Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
El silencio (Federico García Lorca)
Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.
Espero volver a verte por aquí.
Muý linďo.
Get Outlook para Android
________________________________
Me gustaMe gusta
Gracias Silvia.
Me gustaMe gusta
Genial
Me gustaMe gusta
Muchas gracias, Santiago. Abrazo desde Montevideo
Me gustaMe gusta