Como te vengo mostrando en varias de las entradas del blog, los poetas, a lo largo del tiempo, van buscando temas sobre los que expresarse. Hoy te voy a llevar a la aparente dicotomía entre la verdad y la mentira, como si existiera una sola verdad y varias mentiras. Desde siempre se incursionó en este tema, que más que un tema es una pregunta. No todos pueden llegar a reconocer la verdad. El propio Sócrates decía que nadie podía, pero él era el único que asumía esta imposibilidad humana. Así, quizás van a existir tantas verdades como sujetos pensantes, verdades parciales, verdades sometidas a supuestos, pero ninguna que pueda definir la realidad absoluta. Su discípulo Platón sostenía que el mundo verdadero era el de las ideas. A su vez, Aristóteles, en oposición a su maestro, ubicaba a ese mundo verdadero en lo sensible y que la esencia de las cosas reside en ellas mismas, en su materia y su forma. De alguna forma “la única verdad” es la realidad.
Y en medio de este concepto de las diferentes verdades que la poesía aborda, me viene el tema de los espejismos, uno de los peores enemigos de la verdad. La apariencia que engaña a los sentidos del hombre, como justamente abordo en el poema V de “Soy el silencio”, “Espejismo”:
Por no ver más allá de mis ojos
se me escapa del hombre su esencia,
y al buscar en la piel su consciencia
yo concibo tan solo despojos.
¡Ay! Montaña de picos nevados
que no enfrían tus blancos eternos,
desde aquí pareces poseernos,
mas el frío se queda a tus lados.
Y si el sol no derrite tu cresta,
aun calcinando en cada verano
cualquiera valle de él más lejano,
¿cómo sigue la nieve su fiesta?
Tan falaz resulta lo aparente,
tan corto de alma, cuerpo y razón,
si la duda no tiene un rincón
donde echar su promiscua simiente.
Arco Iris que engalanas el cielo
de colores que son rebeldía,
al mutar lo gris claro del día
la ilusión de tocarte es mi anhelo.
¿Dónde encuentro tu extremo en la tierra,
si el horizonte lo oculta lejos,
y al pasar otra cuesta, perplejos,
lo vemos arrullando otra sierra?
¿Serán mis ojos? ¿Yo veo o creo?
¿O la razón buscando en el mundo,
un sentido real y rotundo?
¿La verdad o tan solo el deseo?
Espejismo que guardas distancia,
si no intento acercarme, tú existes,
de placer y sosiego te vistes,
y puedo olfatear tu fragancia.
Y el dilema que surge en torrente,
si buscar la verdad o dejarla,
si aceptar, perseguir o inventarla,
si dejar volar libre a la mente.
Escarbar superficies ya blandas,
ya macizas, mas siempre con fe,
o aceptar la imagen que se dé
sin siquiera tocar sus barandas.
¿Es más feliz el que busca en lo hondo,
o aquél que acepta lo obvio y lo toma?
¿Quien al mundo tornasol se asoma,
o quien sigue hasta llegar al fondo?
Y en un poemario más filosófico como lo es “Plegarias en penumbra”, cuyo hilo conductor recorre las preguntas más básicas del hombre, el tema de la verdad está siempre presente, la mayoría de las veces con las respuestas. Esas preguntas que no tienen respuesta cierta, más allá de que los hombres de fe, tanto ateos como creyentes, las consideren obvias, son la base de poemas como el XVIII:
Más sabio,
más triste,
tu felicidad
se cayó con el conocimiento.
No todas las voces
enseñan.
No todas las letras
despejan.
Pero aquellas,
las que encuentras,
las que recorres,
las que olfateas,
aquellas que muestran,
las que abrazas,
las que aprietas,
esas son las voces,
esas son las letras
acarreando el saber,
acercando la verdad,
tu verdad,
nuestra verdad.
Despiertas,
la ignorancia era tu escudo,
te escondía,
te paseaba,
te dejaba respirar…
O, como en el XLVI, en el que se enfrentan, como siempre, la verdad y la duda.
El andar nunca termina
en verdades reveladas,
absolutas;
y la pérfida duda
de saber si llegas,
si erraste y ya es tarde,
si el esfuerzo
fue solo el combustible
en tu obstinado vagar
O como esta estrofa del poema LXXXI, “Sin brindis”, en el que se manifiesta el mismo conflicto, pero sin aceptar las soluciones que vengan de afuera…
No me ofrezcan verdades,
no insinúen certezas,
vuestra lucha es mi pelea,
si tan solo voy marchando
las tinieblas de mi ignorancia
a través de la penumbra
de mis dudas,
de mis preguntas.
La media luz de mis propias respuestas
me hace beber mis culpas,
sin brindis,
solo yo, conmigo…
Al pasar a los clásicos, ya en el siglo de oro de la poesía española aparece Gutierre de Cetina, cantándole a la verdad, con la metáfora universal de la luz del día en “Sigue a la obscura noche el claro día”,
Y aquella obscuridad que el aire hace,
el sol la aclara toda y la deshace,
y la sombra y temor de sí desvía.
Así de mi verdad, señora mía,
el sol que alguna vez mirar os place,
aclara, justifica y satisface
la obscuridad que mala lengua envía.
Desterrad, pues, por dios, aquella sombra
que el aire os ocupó claro y sereno,
para que el sol de la verdad se vea.
Y entonces, si de mí cosa os asombra,
veréis de un tal amor mi pecho lleno,
tan claro que no hay sol que más lo sea.
Juan Zorrilla de San Martín, cierra su poema “Imposible” con la búsqueda de la verdad, entender la realidad desfigurada de los recuerdos, en el juego de la vida, mentiras y verdad.
¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
vaga ilusión que a otra ilusión imita!
No entiendo el corazón cuando palpita,
mecido por su aliento celestial.
¡Y me habla tanto en su lenguaje mudo!
¿Cuándo lo entenderé? … Cuando la vida,
en mundo de recuerdos convertida,
de mentiras engendre una verdad!
“Más verdad”, de Jorge Guillén quien ya en su título, expresa la renuncia a una verdad absoluta y la conformidad con mejorarla. La verdad no es total y se debe buscar más.
Sí, más verdad,
objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? yo recojo
la verdad impaciente,
esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? sí, cumbre
dulcemente continua hasta los valles:
un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
venga ese mundo soleado,
superior al deseo
del fuerte,
venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!
En “Invitación al aire”, Rafael Alberti también toma a la oscuridad, la sombra, como la que esconde la luz de la verdad.
Te invito, sombra, al aire.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!
En este fragmento de “Esperanza”, Amado Nervo sueña con que la esperanza sea verdad…
¿Y por qué no ha de ser verdad el alma?
¿qué trabajo le cuesta al dios que hila
el tul fosfóreo de las nebulosas
y que traza las tenues pinceladas
de luz de los cometas incansables
dar al espíritu inmortalidad?
Al comenzar su Poema LXXIII, de “Trilce”, César Vallejo también acude a la verdad
Ha triunfado otro ay. La verdad está allí.
Y quien tal actúa ¿no va a saber
amaestrar excelentes dijitígrados
para el ratón sí… No…?
Ha triunfado otro ay y contra nadie.
O la reflexión que Pablo Neruda abre en “Me peina el viento los cabellos”
Y el viento, el viento que me peina
como una mano maternal!
mi verdad: se pierde en la noche:
no tengo noche ni verdad!
Como también en esta estrofa de “Ruego a Prometeo” de Alfonsina Storni
Vuelve a encender las furias vengadoras
de Zeus y dame látigo de rayos
contra la boca rota, mas guardando
su ramo de verdad entre los dientes.
Jorge Luis Borges no podía estar ausente a un tema tan trascendental, como en “A una espada en York Minster” (fragmento),
Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.
En “Sit pro ratione voluntas!”, Miguel de Unamuno nos cuenta como el error nos rescata de la verdad, esa tan terrible que es la que nos mata…
No la verdad, si la verdad nos mata
la esperanza de no morir, mi puerto
de salvación en el camino incierto
porque me arrastro. Si nos arrebata
la ilusión engañosa que nos ata
á nuestra vida —engaño siempre abierto!-
mejor que estar desengañado y muerto
vivir en el error que nos rescata.
“Adolescente fui en días idénticos a nubes” (fragmento cierre) de Luis Cernuda
Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.
Eduardo Milán plantea la discusión del arte y la verdad. No siendo el arte la verdad, tiene tantos puntos de contacto, como el misterio y el miedo a atreverse a resolverlo…
El arte nunca es la verdad
pero hay momentos, hay momentos tan ausentes
como éste, en que la verdad es una forma de arte,
una mina, un trobar, El Dorado. Uno encuentra,
dos reconocen, tres cantan en trío -el trinar-,
cuatro cantan en coro. Y así, un sí de vez en cuando,
se descubre el momento. Cuando el momento se descubre
es casi un hecho. En este momento un hecho es un milagro
porque la verdad es una forma de arte, es el misterio
presente al que nadie se atreve. Por la melodía
parece que canta pero es un concepto,
el ruiseñor-concepto.
Alejandra Pizarnik, en su “Solamente” llega a la comprensión de la verdad, lo que no significa que al haber alcanzado esa meta buscada se lo tenga todo, como lo denota su genial ironía final: “ahora, a buscar la vida”.
Ya comprendo la verdad
estalla en mis deseos
y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios
ya comprendo la verdad
ahora
a buscar la vida
Ya en los primeros años de su vida, Circe Maia encaraba el tema, con apenas doce años, en el poema llamado precisamente “La verdad” y del que te comparto sus dos estrofas centrales.
Y llamarás en mil puertas
y ninguna se abrirá;
seguirás de puerta en puerta
por la vida, y más allá.
Tan solo cuando al golpear
digas la pura verdad,
se abrirán todas las puertas
al poder de esa verdad.
Y, para terminar, la célebre línea de Joan Manuel Serrat, en uno de sus poemas, más allá de que haya sido escrita en modo canción; esa que nos muestra claramente la diferencia entre lo ideal, emparentado con la felicidad y la verdad, irremediablemente real.
Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, canta Serrat en “Sinceramente tuyo”.
NOTA: La imagen corresponde al cuadro “La verdad saliendo del pozo”, de Jean Leon Gerome.
Espero volver a verte por aquí…