EL CANSANCIO

El enfrentamiento del hombre con todos los obstáculos que desde siempre le interpuso la naturaleza, fue el origen del trabajo y este, del cansancio y el descanso. La poesía recoge este ciclo tan humano desde que el hombre escribe, y aun antes, desde que dibuja.
En mi poemario “Soy el silencio”, el poema XIX aborda del cansancio, como orgullo por el causante, como sin dudas lo fue el trabajo, el esfuerzo. Curiosamente, es uno de los pocos poemas de mi autoría donde salta la hilacha de mis orígenes como contador, lo cual es fácilmente apreciable en sus versos:

Mi cansancio es quizás mi mayor patrimonio,
prueba tangible del esfuerzo no ahorrado,
el sopor abrumante me da el testimonio
de que el día invertí, que no fue mal gastado
.

He sembrado de a poco, apostando al futuro,
he vertido el sudor en pos de una ilusión,
postergando el descanso, afanoso procuro
no dejar empañar mi precisa visión.

A través de los campos que corro anhelante,
aislando la niebla y el helado rocío,
voy en busca de algo que me saque adelante,
que aún no sé lo que es, mas por ello porfío.

La cosecha me aguarda un día no esperado,
que yo sé al despertarme he de reconocer,
con la paz del hombre que percibe ha logrado
todas las cosas que siempre supo creer.

En su poema “La siesta”, Julio Herrera y Reissig incluye dos magníficos versos, en los cuales los campesinos, de alguna manera, sufren más el día de descanso, el domingo, por usar la ropa para la que no están entrenados que con el propio trabajo rudo de los otros seis días.

Madres, hermanas, tías, cantan lavando en rueda
las ropas que el domingo sufren los campesinos…

Siguiendo con el material clásico, en este fragmento de “Eso” de Idea Vilariño, el cansancio es prácticamente el iniciador del resto de los sentimientos.

Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.

En “Quiero morir”, la misma Idea Vilariño aborda un cansancio que la desborda, como lo muestra este fragmento del poema:

Quiero morir, y entonces me grita estás muriendo,
quiero cerrar los ojos porque estoy tan cansada.
Si no hay una mirada ni un don que me sostengan,
si se vuelven, si toman, qué espero de la noche.

Y aquí va una selección, pequeña, de poemas que se ocupan de esta temática:

“Estoy cansado”, de Luis Cernuda

Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.
Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.
Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.

“Canción de la mujer astuta” (fragmento), de Alfonsina Storni

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

“Despecho” (fragmento), de Juana de Ibarbourou

¡ah, qué estoy cansada! me he reído tanto,
tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto;
tanto, que este rictus que contrae mi boca
es un rastro extraño de mi risa loca.

“Estudio con algo de tedio” (fragmento), de Roque Dalton García

Tengo quince años de cansarme
y lloro por las noches para fingir que vivo.
En ocasiones, cansado de las lágrimas,
hasta sueño que vivo.

“Tarde” (fragmento) de Federico García Lorca

Noviembre de 1919
tarde lluviosa en gris cansado,
y sigue el caminar.
Los árboles marchitos.
Mi cuarto, solitario.
Y los retratos viejos
y el libro sin cortar…

“Madre Naturaleza” (fragmento), de Manuel Gutiérrez Nájera

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

“Ansiedad” (fragmento), de Marilina Rébora

Ansiedad
ansia de estar un día en un puente de mando,
recibir en el rostro el castigo del viento;
sin ninguna arribada, por siempre navegando,
sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

“Calor, cansado voy con mi oro, a donde” (fragmento) de César Vallejo —

Calor, cansado voy con mi oro, a donde
acaba mi enemigo de quererme.
¡C’est septembre attiédi, por ti, febrero!
es como si me hubieran puesto aretes.
París, y 4, y 5, y la ansiedad
colgada, en el calor, de mi hecho muerto.

Nota: La imagen corresponde a la obra: “Descanso Del Trabajo, Después De Millet”, de Vincent Van Gogh.

Espero volver a verte por aquí…

GRANDES MUJERES DE LA POESÍA HISPANOAMERICANA

Como homenaje al mes de la mujer, hoy, 8 de marzo te llevaré a un recorrido por las mayores poetisas americanas de la historia. Obviamente la lista es abreviada, ya que hay innumerables mujeres que deberían estar en ella, pero debimos ceñirnos a una selección reducida.

Por el mismo motivo es que solo puedo incluir una estrofa de un poema de cada una de ellas.

Aquí va la lista, ordenada por fecha de nacimiento.

  1. Sor Juana Inés de la Cruz, México, 1651

Amor empieza por desasosiego,

solicitud, ardores y desvelos;

crece con riesgos, lances y recelos;

susténtase de llantos y de ruego.

  1. Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cuba 1814

¡Del huracán espíritu potente,

rudo como la pena que me agita!

¡Ven, con el tuyo mi furor excita!

¡Ven con tu aliento a enardecer mi mente!

  1. Salomé Ureña, Rep. Dominicana, 1850

Se estremece el alcázar opulento

de bien, de gloria, de grandeza suma,

que fabrica tenaz el pensamiento;

¡bajo el peso se rinde que le abruma!

  1. María Eugenia Vaz Ferreira, Uruguay, 1875

Violetas de los prados en el solar fragante,

rosas de los pensiles rojas y perfumadas

que al pasajero abrieron su misterioso broche;

el náufrago retorna como una sombra errante,

sin una sola estrella de flámulas doradas

con que alumbrar el fondo de su infinita noche.

  1. Delmira Agustini, Uruguay, 1886

Amor, la noche estaba trágica y sollozante

cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;

luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,

tu forma fue una mancha de luz y de blancura.

  1. Gabriela Mistral, Chile, 1889

Si yo te odiara, mi odio te daría

en las palabras, rotundo y seguro;

¡pero te amo y mi amor no se confía

a este hablar de los hombres tan oscuro!

  1. Alfonsina Storni, Argentina, 1892

Tú me quieres alba,

me quieres de espumas,

me quieres de nácar.

Que sea azucena

sobre todas, casta.

De perfume tenue.

Corola cerrada

  1. Juana de Ibarbourou, Uruguay, 1892

Si ella escucha,

si comprende el idioma en que hablo,

¡qué dulzura tan honda hará nido

en su alma sensible de árbol!

Y tal vez, a la noche,

cuando el viento abanique su copa,

embriagada de gozo le cuente:

¡Hoy a mí me dijeron hermosa!

  1. Magda Portal, Perú, 1900

Yo soy un mar porque no hubiera sido un río

Un mar sin cauces

De verdes alegrías

I de profundas soledades

Un mar abarcador

de la Vida i la Muerte

del que parten i al que confluyen

todas las fuerzas de la Vida

  1. Silvina Ocampo, Argentina, 1903

Mátame, espléndido y sombrío amor,

si ves perderse en mi alma la esperanza;

si el grito de dolor en mí se cansa

como muere en mis manos esta flor.

  1. María Calcaño, Venezuela, 1906

Cómo van a verme buena

si me truena

la vida en las venas.

¡Si toda canción

se me enreda como una llamarada!

y vengo sin Dios

y sin miedo…

  1. Josefina Pla, Paraguay, 1909

La mañana irisada, como fino cristal

se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.

A la abismal succión del azul transparente,

agriétase la carne de un ansia germinal.

  1. Concha Urquiza, México, 1910

Mi corazón olvida

y asido de tus pechos se adormece:

eso que fue la vida

se anubla y oscurece

y en un vago horizonte desparece.

  1. Violeta Parra, Chile, 1917

Que vivan los estudiantes

Jardín de nuestra alegría

Son aves que no se asustan

De animal ni policía.

Y no le asustan las balas

Ni el ladrar de la jauría

Caramba y sambalacosa

¡qué viva la astronomía!

  1. María Teresa Sánchez, Nicaragua, 1918

En el río que brota sus raudales

pongo mi corazón estremecido.

Pongo en los mares,

y en el acento de las tempestades,

pongo mis latidos.

  1. Idea Vilariño, Uruguay, 1920

Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quién fui

por qué me amaron otros.

  1. Meira Delmar, Colombia, 1922

La muerte no es quedarme

con las manos ancladas

como barcos inútiles

a mis propias orillas,

ni tener en los ojos,

tras la sombra del párpado

el último paisaje

hundiéndose en sí mismo.

  1. Ida Vitale, Uruguay, 1923

Corta la vida o larga, todo

lo que vivimos se reduce

a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan

las enigmáticas monedas

que pretenden valores falsos.

De la memoria sólo sube

un vago polvo y un perfume.

¿Acaso sea la poesía?

  1. Claribel Alegría, Nicaragua/El Salvador, 1924

Cuando te sientes sola

entre sus brazos

y tu piel es frontera

y no te brota el llanto

sólo te queda

la sonrisa.

  1. Rosario Castellanos, México, 1925

Quisimos aprender la despedida

y rompimos la alianza

que juntaba al amigo con la amiga.

Y alzamos la distancia

entre las amistades divididas.

  1. Blanca Varela, Perú, 1926

porque te alimenté con esta realidad

mal cocida

por tantas y tan pobres flores del mal

por este absurdo vuelo a ras de pantano

ego te absolvo de mí

laberinto hijo mío

  1. Olga Elena Mattei, Puerto Rico/Colombia, 1933

Si me vieras

en estado de éxtasis,

efervesciendo interiormente,

con esta sensación

quemante y dolorosa

de tener en las venas

líquidos ácidos…

  1. Alejandra Pizarnik. Argentina, 1936

Mata su luz un fuego abandonado.

Sube su canto un pájaro enamorado.

Tantas criaturas ávidas en mi silencio

y esta pequeña lluvia que me acompaña

  1. Cristina Peri Rossi, Uruguay, 1941

Me gustaría

poder decirte:

Ven cuando quieras,

te estaré esperando.

Los barcos son así

son así los muelles

y los viajeros.

  1. Gioconda Belli, Nicaragua, 1948

Déjame que esparza

manzanas en tu sexo

néctares de mango

carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

  1. Coral Bracho, México, 1951

La brisa toca con sus yemas

el suave envés de las hojas. Brillan

y giran levemente.

Las sobresalta y alza

con un suspiro, con otro. Las pone alerta.

Espero volver a verte por aquí…

LA VERDAD

Como te vengo mostrando en varias de las entradas del blog, los poetas, a lo largo del tiempo, van buscando temas sobre los que expresarse. Hoy te voy a llevar a la aparente dicotomía entre la verdad y la mentira, como si existiera una sola verdad y varias mentiras. Desde siempre se incursionó en este tema, que más que un tema es una pregunta. No todos pueden llegar a reconocer la verdad. El propio Sócrates decía que nadie podía, pero él era el único que asumía esta imposibilidad humana. Así, quizás van a existir tantas verdades como sujetos pensantes, verdades parciales, verdades sometidas a supuestos, pero ninguna que pueda definir la realidad absoluta. Su discípulo Platón sostenía que el mundo verdadero era el de las ideas. A su vez, Aristóteles, en oposición a su maestro, ubicaba a ese mundo verdadero en lo sensible y que la esencia de las cosas reside en ellas mismas, en su materia y su forma. De alguna forma “la única verdad” es la realidad.

Y en medio de este concepto de las diferentes verdades que la poesía aborda, me viene el tema de los espejismos, uno de los peores enemigos de la verdad. La apariencia que engaña a los sentidos del hombre, como justamente abordo en el poema V de “Soy el silencio”, “Espejismo”:

Por no ver más allá de mis ojos
se me escapa del hombre su esencia,
y al buscar en la piel su consciencia
yo concibo tan solo despojos.

¡Ay! Montaña de picos nevados
que no enfrían tus blancos eternos,
desde aquí pareces poseernos,
mas el frío se queda a tus lados.

Y si el sol no derrite tu cresta,
aun calcinando en cada verano
cualquiera valle de él más lejano,
¿cómo sigue la nieve su fiesta?

Tan falaz resulta lo aparente,
tan corto de alma, cuerpo y razón,
si la duda no tiene un rincón
donde echar su promiscua simiente.

Arco Iris que engalanas el cielo
de colores que son rebeldía,
al mutar lo gris claro del día

la ilusión de tocarte es mi anhelo.

¿Dónde encuentro tu extremo en la tierra,
si el horizonte lo oculta lejos,
y al pasar otra cuesta, perplejos,
lo vemos arrullando otra sierra?

¿Serán mis ojos? ¿Yo veo o creo?
¿O la razón buscando en el mundo,
un sentido real y rotundo?
¿La verdad o tan solo el deseo?

Espejismo que guardas distancia,
si no intento acercarme, tú existes,
de placer y sosiego te vistes,
y puedo olfatear tu fragancia.

Y el dilema que surge en torrente,
si buscar la verdad o dejarla,
si aceptar, perseguir o inventarla,
si dejar volar libre a la mente.

Escarbar superficies ya blandas,
ya macizas, mas siempre con fe,
o aceptar la imagen que se dé
sin siquiera tocar sus barandas.

¿Es más feliz el que busca en lo hondo,
o aquél que acepta lo obvio y lo toma?
¿Quien al mundo tornasol se asoma,
o quien sigue hasta llegar al fondo?

Y en un poemario más filosófico como lo es “Plegarias en penumbra”, cuyo hilo conductor recorre las preguntas más básicas del hombre, el tema de la verdad está siempre presente, la mayoría de las veces con las respuestas. Esas preguntas que no tienen respuesta cierta, más allá de que los hombres de fe, tanto ateos como creyentes, las consideren obvias, son la base de poemas como el XVIII:

Más sabio,
más triste,
tu felicidad
se cayó con el conocimiento.
No todas las voces
enseñan.
No todas las letras
despejan.
Pero aquellas,
las que encuentras,
las que recorres,
las que olfateas,
aquellas que muestran,
las que abrazas,
las que aprietas,
esas son las voces,
esas son las letras
acarreando el saber,
acercando la verdad,
tu verdad,
nuestra verdad.
Despiertas,
la ignorancia era tu escudo,
te escondía,
te paseaba,
te dejaba respirar…

O, como en el XLVI, en el que se enfrentan, como siempre, la verdad y la duda.

El andar nunca termina
en verdades reveladas,
absolutas;
y la pérfida duda
de saber si llegas,
si erraste y ya es tarde,
si el esfuerzo
fue solo el combustible
en tu obstinado vagar

O como esta estrofa del poema LXXXI, “Sin brindis”, en el que se manifiesta el mismo conflicto, pero sin aceptar las soluciones que vengan de afuera…

No me ofrezcan verdades,
no insinúen certezas,
vuestra lucha es mi pelea,
si tan solo voy marchando
las tinieblas de mi ignorancia
a través de la penumbra
de mis dudas,
de mis preguntas.
La media luz de mis propias respuestas
me hace beber mis culpas,
sin brindis,
solo yo, conmigo…

Al pasar a los clásicos, ya en el siglo de oro de la poesía española aparece Gutierre de Cetina, cantándole a la verdad, con la metáfora universal de la luz del día en “Sigue a la obscura noche el claro día”,

Y aquella obscuridad que el aire hace,
el sol la aclara toda y la deshace,
y la sombra y temor de sí desvía.
Así de mi verdad, señora mía,
el sol que alguna vez mirar os place,
aclara, justifica y satisface
la obscuridad que mala lengua envía.
Desterrad, pues, por dios, aquella sombra
que el aire os ocupó claro y sereno,
para que el sol de la verdad se vea.
Y entonces, si de mí cosa os asombra,
veréis de un tal amor mi pecho lleno,
tan claro que no hay sol que más lo sea.

Juan Zorrilla de San Martín, cierra su poema “Imposible” con la búsqueda de la verdad, entender la realidad desfigurada de los recuerdos, en el juego de la vida, mentiras y verdad.

¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
vaga ilusión que a otra ilusión imita!
No entiendo el corazón cuando palpita,
mecido por su aliento celestial.
¡Y me habla tanto en su lenguaje mudo!
¿Cuándo lo entenderé? … Cuando la vida,
en mundo de recuerdos convertida,
de mentiras engendre una verdad!

“Más verdad”, de Jorge Guillén quien ya en su título, expresa la renuncia a una verdad absoluta y la conformidad con mejorarla. La verdad no es total y se debe buscar más.

Sí, más verdad,
objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? yo recojo
la verdad impaciente,
esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? sí, cumbre
dulcemente continua hasta los valles:
un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
venga ese mundo soleado,
superior al deseo
del fuerte,
venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!

En “Invitación al aire”, Rafael Alberti también toma a la oscuridad, la sombra, como la que esconde la luz de la verdad.

Te invito, sombra, al aire.
Sombra de veinte siglos,
a la verdad del aire,
del aire, aire, aire.
Sombra que nunca sales
de tu cueva, y al mundo
no devolviste el silbo
que al nacer te dio el aire,
del aire, aire, aire.
Sombra sin luz, minera
por las profundidades
de veinte tumbas, veinte
siglos huecos sin aire,
del aire, aire, aire.
¡Sombra, a los picos, sombra,
de la verdad del aire,
del aire, aire, aire!

En este fragmento de “Esperanza”, Amado Nervo sueña con que la esperanza sea verdad…

¿Y por qué no ha de ser verdad el alma?
¿qué trabajo le cuesta al dios que hila
el tul fosfóreo de las nebulosas
y que traza las tenues pinceladas
de luz de los cometas incansables
dar al espíritu inmortalidad?

Al comenzar su Poema LXXIII, de “Trilce”, César Vallejo también acude a la verdad

Ha triunfado otro ay. La verdad está allí.
Y quien tal actúa ¿no va a saber
amaestrar excelentes dijitígrados
para el ratón sí… No…?
Ha triunfado otro ay y contra nadie.

O la reflexión que Pablo Neruda abre en “Me peina el viento los cabellos”

Y el viento, el viento que me peina
como una mano maternal!
mi verdad: se pierde en la noche:
no tengo noche ni verdad!

Como también en esta estrofa de “Ruego a Prometeo” de Alfonsina Storni

Vuelve a encender las furias vengadoras
de Zeus y dame látigo de rayos
contra la boca rota, mas guardando
su ramo de verdad entre los dientes.

Jorge Luis Borges no podía estar ausente a un tema tan trascendental, como en “A una espada en York Minster” (fragmento),

Pese a la larga muerte y su destierro,
la mano atroz sigue oprimiendo el hierro
y soy sombra en la sombra ante el guerrero
cuya sombra está aquí. Soy un instante
y el instante ceniza, no diamante,
y sólo lo pasado es verdadero.

En “Sit pro ratione voluntas!”, Miguel de Unamuno nos cuenta como el error nos rescata de la verdad, esa tan terrible que es la que nos mata…

No la verdad, si la verdad nos mata
la esperanza de no morir, mi puerto
de salvación en el camino incierto
porque me arrastro. Si nos arrebata

la ilusión engañosa que nos ata
á nuestra vida —engaño siempre abierto!-
mejor que estar desengañado y muerto
vivir en el error que nos rescata.

“Adolescente fui en días idénticos a nubes” (fragmento cierre) de Luis Cernuda

Cuando la muerte quiera
una verdad quitar de entre mis manos,
las hallará vacías, como en la adolescencia
ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

Eduardo Milán plantea la discusión del arte y la verdad. No siendo el arte la verdad, tiene tantos puntos de contacto, como el misterio y el miedo a atreverse a resolverlo…

El arte nunca es la verdad
pero hay momentos, hay momentos tan ausentes
como éste, en que la verdad es una forma de arte,
una mina, un trobar, El Dorado. Uno encuentra,
dos reconocen, tres cantan en trío -el trinar-,
cuatro cantan en coro. Y así, un sí de vez en cuando,
se descubre el momento. Cuando el momento se descubre
es casi un hecho. En este momento un hecho es un milagro
porque la verdad es una forma de arte, es el misterio
presente al que nadie se atreve. Por la melodía
parece que canta pero es un concepto,
el ruiseñor-concepto.

Alejandra Pizarnik, en su “Solamente” llega a la comprensión de la verdad, lo que no significa que al haber alcanzado esa meta buscada se lo tenga todo, como lo denota su genial ironía final: “ahora, a buscar la vida”.

Ya comprendo la verdad

estalla en mis deseos

y en mis desdichas
en mis desencuentros
en mis desequilibrios
en mis delirios

ya comprendo la verdad

ahora
a buscar la vida

Ya en los primeros años de su vida, Circe Maia encaraba el tema, con apenas doce años, en el poema llamado precisamente “La verdad” y del que te comparto sus dos estrofas centrales.

Y llamarás en mil puertas
y ninguna se abrirá;
seguirás de puerta en puerta
por la vida, y más allá.

Tan solo cuando al golpear
digas la pura verdad,
se abrirán todas las puertas
al poder de esa verdad.

Y, para terminar, la célebre línea de Joan Manuel Serrat, en uno de sus poemas, más allá de que haya sido escrita en modo canción; esa que nos muestra claramente la diferencia entre lo ideal, emparentado con la felicidad y la verdad, irremediablemente real.

Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, canta Serrat en “Sinceramente tuyo”.

NOTA: La imagen corresponde al cuadro “La verdad saliendo del pozo”, de Jean Leon Gerome.

Espero volver a verte por aquí…

LOS RECUERDOS

Hace unos meses, te hablaba de la memoria y el olvido como fuente de inspiración para los poetas. Y hoy aquí te traigo nuevamente el tema, circunscribiéndolo a los recuerdos.

En el poema LIV de mi “Soy el silencio”, busco una suerte de resignación, quizás un sentimiento de envejecimiento, de cansancio que me transporta a los recuerdos, como refugio. Es un poco la idea del gran dramaturgo Jacinto Benavente, de la imagen que acompaña esta entrada. Vamos envejeciendo a medida que los recuerdos van sustituyendo a las esperanzas, las ruinas entran en lugar de los proyectos

Me entrego por fin a añejos recuerdos,
renuncio a las vivencias del presente,
no habrá ya más lugar para un siguiente,
me voy a recorrer senderos lerdos.

Sin cadenas ni nudos, la memoria
me regale un pretérito novicio,
tan desierto de duelo y sacrificio,
que nula de verdad sangre mi historia.

Resbalen oscuros, mustios perfiles
de la mente ya hastiada de percances
discurriendo al orillo de pretiles

las carentes lecturas de mis trances
para expulsar historias por hostiles
y aceptar rehacerlas cual romances.

También, en el XXXVI de mi segundo poemario, “Plegarias en penumbra”, aparecen los recuerdos, también como evolución de vida con el paso del tiempo.

Acaricio las mañanas de la vida,
el reencuentro con la infancia en el ayer,
los recuerdos de pasiones fraccionadas,
las confusas
pero nítidas memorias,
tan sufridas como leales.
No camuflo
mis inseguros tempranos,
no lamento
haberlos podido salvar.
Celebro,
maduro y consciente,
el recorrido, el viaje,
en tránsito
todavía,
en pleno despegue…
La escalera empinada y torcida,
de peldaños sin del todo esculpir,
resbalones,
la cumbre siempre lejos…
Acaricio las noches de la vida
el encuentro al mañana que está ahí
las ilusiones derogadas con los años
y la pregunta,
y las preguntas
también siguen aquí…

Al momento de remitirnos a los clásicos, podemos ver el “21”, de Miguel Hernández:

¿recuerdas aquel cuello, haces memoria
del privilegio aquel, de aquel aquello
que era, almenadamente blanco y bello,
una almena de nata giratoria?
recuerdo y no recuerdo aquella historia
de marfil expirado en un cabello,
donde aprendió a ceñir el cisne cuello
y a vocear la nieve transitoria.
Recuerdo y no recuerdo aquel cogollo
de estrangulable hielo femenino
como una lacteada y breve vía.
Y recuerdo aquel beso sin apoyo
que quedó entre mi boca y el camino
de aquel cuello, aquel beso y aquel día.

“El recuerdo”, de Meira Delmar, es otro ejemplo, en el cual el presente se va a convertir en recuerdo,

Este día con aire de paloma
será después recuerdo.
Me llenaré de él
como de vino un ánfora,
para beberlo a sorbos cuando quiera
recuperar su aroma.
Antes que vuele hacia el ocaso, antes
de ver cómo se pierde entre la noche.

“Velas sobre un recuerdo”, de Julia de Burgos, quien nos muestra la presencia permanente del recuerdo, como volando…

Todo estático,
menos la sangre mía, y la voz mía,
y el recuerdo volando.

Todo el lecho es un cántico de fuego
echando a andar las ondas del reclamo.
La misma pared siente
que ha bajado a llamarte entre mis labios.

¡Qué grandioso el silencio de mis dedos
cuando toman el verso de los astros,
que se cuelan en rápidas guirnaldas
para esculpirte en luces por mis brazos!

va gritando tu nombre entre mis ojos,
el mismo mar inquieto y constelado.
Las olas más infantes te pronuncian,
al girar por mis párpados mojados.

Todo es ágil ternura por mi lecho,
entre cielos y ecos conturbados.
Con tu sendero vivo en mi flor íntima,
he movido lo estático….

“Canción del viaje” de José Ángel Buesa refiere a recuerdos bien tangibles, de un pasado lejano,

Recuerdo un pueblo triste y una noche de frío
y las iluminadas ventanillas de un tren.
Y aquel tren que partía se llevaba algo mío,
ya no recuerdo cuándo, ya no recuerdo quién.
Pero sí que fue un viaje para toda la vida
y que el último gesto, fue un gesto de desdén,
porque dejó olvidado su amor sin despedida
igual que una maleta tirada en el andén.
Y así, mi amor inútil, con su inútil reproche,
se acurrucó en su olvido, que fue inútil también.
Como esos pueblos tristes, donde llueve de noche,
como esos pueblos tristes, donde no para el tren.

“Dormirse en el olvido del recuerdo…”, de Miguel de Unamuno, que ya comienza con un genial oxímoron:

¡Dormirse en el olvido del recuerdo,
en el recuerdo del olvido,
y que en el claustro maternal me pierdo
y que en él desnazco perdido!

¡Tú, mi bendito porvenir pasado,
mañana eterno en el ayer;
tú, todo lo que fue ya eternizado,
mi madre, mi hija, mi mujer!

Juan Ramón Jiménez, con “El poseedor” nos lleva a la ausencia de recuerdos y al secreto íntimo como única posesión, que se extinguirá cuando se acabe la vida del poeta.

El poseedor
no recuerdo…
(Ya no viene el cavador
que cavaba en el venero)
no recuerdo…
(Sobre la mina han caído
mil siglos de suelos nuevos)
no recuerdo…
(El mundo se acabará.
No volverá mi secreto)

“Algunos lienzos del recuerdo tienen”, de Antonio Machado nos muestra ese universo material en el que determinadas cosas, por asociación, nos llevan a recuerdos lejanos…

Algunos lienzos del recuerdo tienen
luz de jardín y soledad de campo;
la placidez del sueño
en el paisaje familiar soñado.
Otros guardan las fiestas
de días aun lejanos;
figuras sutiles
que pone un titerero en su retablo…

Ante el balcón florido
está la cita de un amor amargo.
Brilla la tarde en el resol bermejo…
La hiedra efunde de los muros blancos…
A la revuelta de una calle en sombra,
un fantasma irrisorio besa un nardo.

Y para cerrar, quizás un poco caprichosamente porque me encanta el poema, te comparto “Ya no”, de Idea Vilariño, que más que hablar de los recuerdos nos muestra la imposibilidad de generarlos.

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche

nunca.

No volverá a tocarte.

No te veré morir.

Espero volver a verte por aquí….

NAVIDAD

Como todo 24 de diciembre, hoy se celebra la noche buena, a la espera de la Navidad, en buena parte del mundo. Si bien el principal significado que le da el mundo occidental es el del nacimiento de Cristo, la celebración ya venía de antes, al menos de la época de los romanos que celebraban el nacimiento de Apolo, como muchas otras celebraciones en otros rincones del mundo. Lo cierto es que hoy también hay millones de familias no creyentes que se unen a este festejo, que simboliza, entre otras cosas la paz y la unidad familiar.

Y, luego de una entrada tan fuerte como la última, dedicada al ateísmo y las religiones, te dejo el poema «La navidad», de mi autoría, donde se contemplan muchas razones para celebrar la navidad, cristianos, no cristianos, creyentes no creyentes. Está incluido en «Plegarias en penumbra» como poema XVII.

Navidad es el templo en que los cristianos

celebrando la paz, posponen la guerra,

es el rito que alcanza en toda la tierra

también a ateos, descreídos, paganos.

Navidad somos todos, leales, viles,

quienes niegan abrazos o los reclaman,

los que rechazan a Cristo, los que lo aman,

los hombres de paz y también los hostiles.

Navidad es fuente de buenos deseos,

el replanteo de los sueños pasados,

perdón de fracasos dolidos, sangrados,

y el olvido fugaz de ostentar trofeos.

Navidad es la fiesta de un nacimiento,

no solo Jesús es quien nace este día,

todos nacemos para hallar una guía

que nos encarrile recto al crecimiento.

Navidad es tregua, suspendiendo brechas,

la luz lejana que hoy se deja tocar,

los puentes se tienden para conectar

abrazos sinceros, libres las sospechas.

Navidad no es el Cristo, al menos divino,

es hombre y su pausa, tendiendo una mano.

Prefiero con creces el valor humano,

con libertad para fraguar el destino.

Es que si Navidad fuera el fanatismo

por el Cristo Dios, religioso y soberbio…

¡Qué pena!, no habría ni un solo proverbio

que pueda amparar tan feroz dogmatismo.

FELIZ NAVIDAD

Nota: la imagen corresponde a la pintura «Natividad mística», de Sandro Botticelli.

Espero volver a verte por aquí…

ATEÍSMO Y RELIGIÓN

¿Dónde está el hombre? ¿En tránsito a qué? Las verdades, las mentiras, las creencias, los sueños, los dogmas, los paradigmas, la vida, la muerte alimentan mi poemario “Plegarias en penumbra”, una nueva búsqueda reflexiva a través de los versos. Orientadores o desconcertantes, los poemas allí vertidos son solamente una llamada de atención para que el lector pueda entrar en el mundo de sus convicciones e intente salir de sus dudas más impenetrables, o al fin termine hundiéndose en lo más recóndito de sus incertidumbres.

Uno de los tantos ejemplos que se pueden encontrar en el libro es el poema III, donde se aprecia una especie de reproche a dios (exprofeso con minúscula), a ese mismo dios al que se le cuestiona la existencia:

Ese dios extorsivo, que enajenó mi infancia,
confinando ideales entre difusas cotas,
parece postular con energías remotas
su forzada escolta, tan solo a pura constancia.

La energía del débil, inyectada en doctrina,
recluye los talentos en simuladas trenas,
sometiendo albedríos a tan forzadas penas,
y con sutileza embosca al que incauto camina.

Gurúes y chamanes, maestros y mentores,
definen los caminos, hacia donde marchar,
imponen tiesas sanciones para socavar
los mediocres cerebros, aunque ufanos doctores.

Los eruditos profetas que al dios como llamen,
le endilgan poderes y volición de censura,
le asignan cruel rigor a su arredrante figura
y lo invisten fiscal para su sádico examen.

Los evangelios construyen sus dioses con normas,
un credo que componga algún camino sagrado
que el hombre perpetúa yendo atrás de un cayado
que lo manifieste libre, a pesar de sus cormas.

No es Dios que extorsiona, ni quien encepa la mente,
ni es el que juzga o recluta a los fieles devotos,
tal vez sea el hombre, quien tras sus fines ignotos,
arengue toda su grey con empeño obsecuente.

E indudablemente la religión, las creencias, los dioses y el demonio, son temas constantes entre las creaciones de los poetas clásicos. Si te comienzo a mostrar los textos cristianos van a abundar los poemas de miembros de la comunidad religiosa, sacerdotes monjas y monjes católicos abundan con esta temática, sobre todo en las épocas de oro de la poesía española, de los cuales Lope de vega sea el exponente más emblemático:

¿QUÉ TENGO YO QUE MI AMISTAD PROCURAS? , de LOPE DE VEGA

¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!

¡Cuántas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía”!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!

Más acá en el tiempo. Gabriela Mistral, en este fragmento de “¡De qué quiere Usted la imagen?” reniega de la imagen actual del Cristo, y de la religión en sí, pero sin hacerlo de Jesú ni Dios.

Yo necesito una imagen
De Jesús El Galileo,
Que refleje su fracaso
Intentando un mundo nuevo,
Que conmueva las conciencias
Y cambie los pensamientos,
Yo no la quiero encerrada
En iglesias y conventos.

Otro ejemplo de versos creyentes es este “SONETO A DIOS”, de Juana de Ibarbourou

Porque me diste la palabra y pudo
ser ella en mí, oficio de invierno
en la menuda gema de mi verso
que adivino luego en reluciente escudo,

me siento tu deudora y a ti acudo
en noche y día de esplendor diverso,
hora feliz, oscuro lustro adverso,
fiel azucena o álamo desnudo.

Así me inclino como Job, paciente,
en la sumisa espera penitente
ante tu sombra que aniquila el rayo.

Fui tu diamante de inocente fuego,
y ya alma oscura, a tu piedad me entrego
en esta aurora pálida de mayo.

“Un día para ir hasta dios” de Roberto Juarroz, nos muestra un dios (en minúscula) que ya denota el abordaje del autor, de un dios no omnipotente, ni omnipresente, ni omnisciente, ni eterno:

Un día para ir hasta dios
o hasta donde debería estar,
a la vuelta de todas las cosas.
Un día para volver desde dios
o desde donde debería estar,
en la forma de todas las cosas.
Un día para ser dios
o lo que debería ser dios,
en el centro de todas las cosas.
Un día para hablar como dios
o como dios debería hablar,
con la palabra de todas las cosas.
Un día para morir como dios
o como dios debería morir,
con la muerte de todas las cosas.
Un día para no existir como dios
con la crujiente inexistencia de dios,
junto al silencio de todas las cosas.

“Los dados eternos”, de César Vallejo, no es más que un rezo a ese dios que no existe.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;

pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado…
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios mío, y esta noche sorda, oscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

“Pobre dios” y “Quén sabe?, ambos de Mario Benedetti, también muy lejanos a los conceptos religiosos,

“Pobre dios”

Es imposible estar seguro
pero tal vez sea dios todo el silencio
que queda de los hombres
es imposible estar seguro
pero acaso dios sea
la soledad total
irrevocable
más grave que la tuya
o que la mía
por lo menos más grave que la mía
que es soledad tan sólo
cuando el viejo crepúsculo me mira
como un toro furioso
y yo no tengo a mano
tus sabios labios para
olvidarme ele todo lo que temo
es imposible estar seguro
ah pero en ese caso
pobre dios qué tristeza
debe ser su tristeza
pobre dios
si una ver descendiera
a asir nuestra miseria
y respirara por unas pocas horas
el incesante miedo de la muerte
quizá mucho después
allá
solo y eterno
recordara esa tibia bocanada
como el único asueto
de su enorme
desolado infinito.

“Quién sabe”

¿Acaso dios te ayuda cuando tu cuerpo sufre?
¿o no es ni siquiera una confiable anestesia?
¿te importa mucho que dios exista? ¿o no?
¿su no existencia sería para ti una catástrofe más terrible que la muerte pura y dura?
¿te importaría si dios existe pero está inmerso en el centro de la nada?

Y los ejemplos de este tenor, más cuestionantes que religiosos, los puedes buscar en las siguientes líneas:

“Ajedrez” (fragmento) de Jorge Luis Borges

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué dios detrás de dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonías?

“Cristo, legislador” (fragmento), de José Zorrilla

Cristo, legislador, no escribió nada;
ni papiro dejó ni un pergamino:
quedó tras él su espíritu divino,
su fe con su memoria inmaculada.
Cristo, rey, no empuñó cetro ni espada;
en el polvo sembró de su camino
de su fe la semilla; a su destino
dejándola y al tiempo encomendada.

“Atalaya”, de Roque Dalton García

Una religión que te dice que sólo hay que mirar hacia arriba
y que en la vida terrenal todo es bajeza y ruindad
que no debe ser mirado con atención
es la mejor garantía para que tropieces a cada paso
y te rompas los dientes y el alma
contra las piedras rotundamente terrenales.

“Lo inasible”, de Líber Falco

Qué me dio Dios para gastar,
qué?, que no entiendo.

Esta alegría, esta tristeza,
dadme para gastarla
un mar.
Dadme la vida, padre, tú,
dadme la muerte.
Dadme el tiempo ido
y dadme el que vendrá.

Dadme cantar y cantando
verterme como un río,
por estas calles
hacia el mar.

“Confianza en la providencia de dios” de Marilina Rébora

Confianza en la providencia de dios
no os acongojéis por falta de comida
y menos todavía por lo que el cuerpo cubre,
ya que más que el comer vale la propia vida
y más aún el cuerpo que lo que lo recubre.

El Dios íbero (fragmento), de Antonio Machado, donde el autor se autorreferencia como el que insulta a Dios en la siguiente estrofa:

Este que insulta a Dios en los altares,
no más atento al ceño del destino,
también soñó caminos en los mares
y dijo: es Dios sobre la mar camino.

Y, para ir finalizando esta selección, no puede faltar “La oración del ateo”, de Miguel de Unamuno” es la esencia del ateísmo, quien de alguna manera dice que no siempre fue ateo, sino que fue un proceso (tú de mi mente más te alejas)…

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras

Y para concluir, si bien no soy afecto a citar poemas traducidos, hoy voy a hacer una excepción con el gran poeta portugués, Fernando Pessoa:

«Pero si Dios es las flores y los árboles
y los montes y el sol y la luz de la luna,
entonces creo en él,
entonces creo en él a todas horas,
y toda mi vida es una oración y una misa
y una comunión con los ojos y por los oídos»

Nota: La imagen corresponde a “La creación del hombre” de Michelangelo, en la capilla Sixtina.

Espero volver a verte por aquí…

LOS SUEÑOS

Sueños y realidad, el mundo ideal de un poeta. La poesía no es más que vestir la realidad de sueños. Y la historia de la poesía es un constante devenir entre los dos mundos. Soñar, que poéticamente aborda sus dos significados, tanto dormir como anhelar, nos va a referir, a través de los versos, a las luchas entre el sueño y la realidad, el ideal y lo concreto, el dormir y el despertar.


En el poema IV de mi segundo libro “Plegarias en penumbra”, intento un canto a los sueños, a mis propios sueños:

A mis sueños
solo yo les miento,
les dibujo alas,
les borro los baches,
les pinto colores,
les prendo la luz…

En mis sueños
me robo los días,
escondo las noches,
barriendo las estrellas
me bebo los colores,
aspirando el sol…

Por mis sueños
no vivo dormido
ni duermo la vida,
despierto a fragancias
tempranas y tibias
que abrigan mi paz…

De mis sueños
guardo sus pestañas,
despliego las formas,
altero contornos,
difumino líneas
sin trazo ni perfil…

Desde mis sueños
diseño alegrías,
sin remordimiento
apelo a fantasías
que no disimulen,
pero adornen la verdad…

Entre mis sueños
falsifico cicatrices
de heridas abiertas,
conforto mi angustia
mientras zurzo recuerdos
les remiendo su red…

Bajo mis sueños
no acoto los logros
ni freno mis ansias,
germino ilusiones
coloridas y eternas,
sin diablo, sin dios…

Contra mis sueños
los miedos me abrazan
quizá compitiendo,
los sueños, sus alas,
el miedo, sus trampas,
la opresión, la libertad…


Es una temática recurrente en mis poemas, ya que los sueños aparecen en varios pasajes de mi primer poemario “Soy el silencio” como en estas estrofas de los poemas XXI y LXXXIX.


Soy el silencio, poema XXI (fragmento)

Sonámbulo despierto, no encuentro distinción
entre este mundo real y el mundo de los sueños,
creyéndolo uno solo me pierdo en la ficción
pero por separarlos son vanos mis empeños.

Soy el silencio, poema LXXXIX (fragmento)

Ahora, de frente, con el alma erguida,
límpidos surgen unos sueños reales,
al verlos se siente que aflora la vida
y el insomnio se echa ante los ideales.

Y cuando recurrimos a los poetas clásicos, resulta ineludible remitirnos a “Primero sueño”, de sor Juana Inés de la Cruz, quizás su obra más emblemática, a la que corresponde el siguiente fragmento:

Consiguió, al fin, la vista del ocaso
el fugitivo paso,
y —en su mismo despeño recobrada
esforzando el aliento en la ruina—
en la mitad del globo que ha dejado
el Sol desamparada,
segunda vez rebelde determina
mirarse coronada,
mientras nuestro Hemisferio la dorada
ilustraba del sol madeja hermosa,
que con luz judiciosa
de orden distributivo, repartiendo
a las cosas visibles sus colores
iba, y restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a luz más cierta
el mundo iluminado, y yo despierta.

Tan o más clásico que ella, va este soneto (de La batalla de honor), de Lope de Vega:

Blando sueño amoroso, dulce sueño,
cubre mis ojos porque vaya a verte,
o ya como imagen de la muerte
o porque viva un término pequeño.
Con imaginaciones me despeño
a tanta pena y a dolor tan fuerte
que sólo mi descanso es ofrecerte
estos sentidos de quien eres dueño.
Ven, sueño, ven revuelto en agua mansa
a entretener mi mal, a suspenderme,
pues en tus brazos su rigor amansa.
Ven, sueño, a remediarme y defenderme,
que un triste, mientras sueña que descansa,
por lo menos descansa mientras duerme.

Quizás no haya en el arte poético nada más representativo de los sueños que la célebre obra teatral “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, cuyo título dice todo y, en uno de los tantos monólogos del protagonista, manifiesta que el hombre que vive sueña, la esencia de la obra.

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Gustavo Adolfo Bécquer, en su rima XC, prácticamente coincide con Calderón:

Es un sueño la vida,
pero un sueño febril que dura un punto;
cuando de él se despierta,
se ve que todo es vanidad y humo…
¡Ojalá fuera un sueño
muy largo y muy profundo,
un sueño que durara hasta la muerte!…
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.

Delmira Agustini, recurre a los sueños a través de todo su poema “Yo te diré los sueños de mi vida”, del que solo te muestro dos estrofas:

¡Imagina el amor que habré sonado
en la tumba glacial de mi silencio!
más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.

Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú que sabes si pesan, si consumen
alma y sueños de Olimpo en carne humana.

Federico García Lorca arranca su “Gacela de la muerte oscura” con los sueños de otros, los de todos…

Quiero dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.

“Sueño despierto” de José Martí es una perla más de este muestrario,

Yo sueño con los ojos
abiertos, y de día
y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
del ancho mar revuelto,
y por entre las crespas
arenas del desierto
y del león pujante,
monarca de mi pecho,
montado alegremente
sobre el sumiso cuello,
un niño que me llama
flotando siempre veo!

Jorge Luis Borges cierra su poema “La cierva blanca” en el mundo de los sueños:

Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo
te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.

En el último ítem, el X, de su Decálogo del artista, Gabriela Mistral es autocrítica en la comparación entre los sueños y la realidad.
X De toda creación saldrás con vergüenza, porque fue inferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso de dios, que es la naturaleza.

Miguel de Unamuno le imprime filosofía en las preguntas finales de su poema “Morir soñando”.

¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:

¿aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?

Tampoco puede faltar Pablo Neruda, con su búsqueda del amor por entre los sueños:

Quién era aquella que te amó
en el sueño, cuando dormías?
dónde van las cosas del sueño?
se van al sueño de los otros?
y el padre que vive en los sueños
vuelve a morir cuando despiertas?
florecen las plantas del sueño
y maduran sus graves frutos?

“Sueño de plumas” de Octavio Paz es prácticamente la alegoría de un sueño:

La mano azul
se ha vuelto pluma dibujante.
Arriba nace el Fuji,
vestido de blanco.
Ladera de yerbas altas:
brotan tres pinos y un fantasma.
Unas golondrinas preguntan por la luna.
Abajo, en un lecho de terciopelo ajado,
duermen plumas aceradas.
Son semillas que sueñan su resurrección:
mañana serán surtidores

En “Romería”, Cesar Vallejo comienza aludiendo metafóricamente, a la lucha entre el sueño y la realidad.

Pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.

Mario Benedetti aborda recurrentemente el mundo de los sueños, en ambos sentidos de la palabra. En su “Hasta mañana” de alguna manera emparenta la muerte con el sueño:

Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño

Eduardo Milán, nos mezcla recuerdos y sueños, a un punto que es difícil apartarlos. El climax lo logra en la excepcionalmente gráfica línea “ya no sueño, sueño con soñar lo que soñaba”.

estaba un enero a los 14 años en la estancia de mi padre en Tres Cruces
tierra límite entre Tacuarembó y Salto
tenía un garrafón de agua, una guadaña para cortar la yerba mala extendida
un perro, un caballo, todo el sol de la mañana a pique, soñaba
ahora que no estoy allí recuerdo la estancia de mi padre
el garrafón de agua, la guadaña, la extendida yerba mala
el perro, el caballo, todo el sol de la mañana, ya no sueño
sueño con soñar lo que soñaba -todo junto-
ese enero en el campo con el sol a pique
que So-shu soñó
salvo en mí
no está mi padre

Y, a modo de cierre, un ejemplo de los sueños de Ida Vitale, en sus “Sueños de la constancia, con su poema “Destino”


Te habrán ofrecido la mano,
condonado la deuda,
servido,
como si fuese posible elegir ya,
parálisis o sueños.
A esta hora los dioses carnívoros
habrán abandonado el bosque;
tramposos, te han abierto paso
para que bajes hacia el círculo,
para que te equivoques
y digas: para qué,
para que viendo, ciegues,
y con todas las músicas a tu alcance
llenes de cera torpe, triste, tus oídos.

Quizás esta temática sea la más prolífica de todas las que te mostré a través de este blog. Sin embargo, no quedan dudas de que las citas de esta entrada son una ínfima muestra de todo lo que los poetas de habla hispana han soñado a través de sus escritos.

NOTA: La imagen corresponde a la pintura “La pesadilla”, de Henry Fuseli.

Espero volver a verte por aquí…

EL PASADO

El tiempo, la forma como se escapa, ha sido desde siempre base de inspiración para poetas y todo tipo de escritores en cualquier parte del mundo. El pasado, el presente y el futuro deambulan por toda la literatura de la misma forma que corren en el tiempo.

En mi “Soy el silencio”, el pasado está aludido claramente en el poema LVI:

El mañana no existe si el ayer no pasó;
la ilusión que es el tiempo mi sonrisa borró,
en mi magro rostro una queja, eterna, se enciende,
en mi nuda alma una espina, punzante, se prende.

El ayer es el hoy, ¿Permanecerá hasta cuándo?
Cansado de transitar por el mundo vagando;
en mi llanto va la vida, disuelta en mi sangre,
mi vista contempla la cruel tortura del hambre.

El hoy no puede mostrarme ni opciones ni brechas,
calendario de a poco vas trocando las fechas,
detenido en mi mente abandonada al vacío:
¡Cuántas hojas que perdiste! Es verano y es frío.

También en mi segundo poemario, “Plegarias en penumbra” aparece el ayer, con las cicatrices que marcan el presente, como están expuestas en el poema XII:

Cicatrices en el cuerpo,
marcado por los años
y en la conciencia,
modelada por la vida…
Ambos cansados por los sucesos
pero expectantes del porvenir.
Siempre hay tiempo para soñar
porque nunca falta
la chance de hacer planes.
Las cosas pasadas son mejores
pero las que vienen
no tienen límites.
El ayer siempre es real,
podrá ser una realidad desfigurada,
desgastada por el tiempo,
o confundida,
pero al fin, real.
El mañana nos lleva
a una ventana sin horizontes,
los mojones de nuestros sueños
solamente nosotros
los clavamos como estacas,
donde queremos,
o donde podemos…

Y, como siempre, no podía faltar la alusión a los clásicos de siempre, que con el pasado, han gastado un océano de tinta…

“Elegía de un parque”, de Jorge Luis Borges

Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos Uxmal, Cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.

“Hastío del pasado”, de Juana de Ibarbourou

Magdalena: yo a veces envidio lo que fuiste.
Me aburre esta existencia tan monótona y triste.
Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores.

Y después, el sayal gris de los penitentes.
¿Qué importa? Hoy es mi alma un nido de serpientes.
Me vengo del hastío ensoñando el pecado,
Y siento entre mis labios la miel de lo vedado.

El inmenso bostezo de mi paz cambiaría
Por el barro dorado de tus noches de orgía,
Para luego ofrendarlo, en un gran vaso lleno,

De ungüento de nardos, al rubio Nazareno.
¡Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores!

“Tiempo” (fragmento), de Dulce María Loynaz

Tarde, pronto, ayer perdido…
Mañana inlogrado, incierto
hoy… ¡Medidas que no pueden
fijar, sujetar un beso!…

“Cuando me paro a contemplar mi estado”, de Lope de Vega —

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.

“Coplas por la muerte de su padre” (fragmento), de Jorge Manrique

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

“Hojas naturales”, de Ida Vitale

Arrastro por los cambios un lápiz,
una hoja, tan sólo de papel, que quisiera
como de árbol, vivaz y renaciente,
que destilase savia y no inútil tristeza
y no fragilidad, disoluciones;
una hoja que fuese alucinada, autónoma,
capaz de iluminarme, llevándome
al pasado por una ruta honesta: abiertas
las paredes cegadas y limpia
la historia verdadera de las pintarrajeadas
artimañas que triunfan.
Hoja y lápiz, para un oído limpio,
curioso y desconfiado.

“Trilce: VII” (fragmento), de César Vallejo

Rumbé sin novedad por la veteada calle
que yo me sé. Todo sin novedad,
de veras. Y fondeé hacia cosas así,
y fui pasado.

“Rima LIV”, de Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
del rocío al pensar
que cual hoy por ayer, por hoy mañana
volveremos los dos a suspirar.

Y, para finalizar, una de las letras del rock más famosas con un fragmento de “Ayer” (Yesterday), de Paul McCartney, firmado junto a John Lennon.

Ayer
todos mis problemas parecían estar tan lejos,
pero ahora se muestran como si quisieran quedarse aquí…
¡Oh!, yo creo en el ayer…
De repente
No soy ni la mitad del hombre que solía ser
Hay una sombra que se cierne sobre mí
¡Oh!, el ayer llegó de repente…

NOTA: La imagen corresponde a la pintura “La Gioconda – Retrato de Mona Lisa” de Leonardo da Vinci.

Espero volver a verte por aquí…

EL MIEDO

Una de las cinco emociones auténticas, de esas emociones que además de ser vividas por el hombre se han podido verificar también en los animales.

Un sentimiento, tan común y tan fuerte, no puede dejar de ser abundantemente tratado como lo ha sido en toda la literatura y, especialmente, en el género poético.

Mis libros no han sido la excepción y puedes verificar que en ambos es uno de los sentimientos más presentes en los poemas.

Como muestra, expongo uno de cada libro:

En el LI de Soy el silencio se marcan los peligros de los miedos propios, que son la especie de guía hacia la caída:

No salgo del letargo en que me encuentro
a menos que yo vea un resplandor,
en mis miedos arraigados me centro
y evito obsesionado mi dolor.

No pierdo la esperanza de algún día
dibujar en mi mente lo real,
aunque crea que existe la alegría,
a mi mundo tan solo soy leal.

No niego que allá, fuera de fronteras
hay todo un mundo para conquistar,
mas conozco mis gustos y maneras:
solo y triste se aprende a disfrutar.

No marcho más en vano por la vida
ni me expongo ignorante por ahí,
no lloro la batalla ya perdida
pues debía caer y al fin caí.

Mientras que en el XXXII de Plegarias en Penumbra el miedo representa más que nada el temor a lo desconocido, que tanto nos afecta a los seres humanos.

El miedo,
como el dolor,
nos pone en alerta,
nos obliga a correr,
El dolor,
como el miedo,
nos paraliza,
nos somete a prueba.
Duelen
el músculo,
la emoción…
Temen
el cuerpo,
la razón…
La duda carcome
la incertidumbre somete
la decepción aniquila
los sueños y esfuerzos
pero moldea energías
renueva el aliento
y relanza a la carrera
tras los logros primitivos
diferidos, olvidados,
Pocas cosas condicionan
decisiones,
la conducta,
como el miedo,
como el dolor…
Podrás curar dolores
o cargarlos,
pero nunca tus miedos.
No puedes enfrentarlos
si no estuviste aterrado…
Tampoco llegas a la certeza
si no tuviste dudas…
Aterra
la única certeza,
la incertidumbre.

Y, como era de esperar, al momento de remitirme a los clásicos, la abundancia es notable, por lo que debo recurrir a una pequeña muestra.

“Miedo a la vida”, de Marilina Rébora

Miedo a la vida
tengo miedo, señor, pero no de la noche,
tampoco de la sombra, menos de la tiniebla;
es miedo de la aurora refulgente derroche
como miedo del mundo, cuando el mundo se puebla.

Tengo miedo, señor, no por valerme sola
ni por triste aislamiento o apartado retiro,
tengo miedo a la gente, a la imponente ola,
el vaivén de los seres en asfixiante giro.
Tengo miedo, señor, de enfrentarme a la vida
con tantas exigencias, compromisos, deberes;

de no cumplir contigo, no ser agradecida,
dejándome llevar de errados procederes.
Y temiendo en el día naturales contiendas,
te ruego: oye mi voz para que me defiendas.

“Me da miedo ese chorro” (fragmento), de César Vallejo

Me da miedo ese chorro,
buen recuerdo, señor fuerte, implacable
cruel dulzor. Me da miedo.
Esta casa me da entero bien, entero
lugar para este no saber dónde estar.
No entremos. Me da miedo este favor
de tornar por minutos, por puentes volados.

“Por miedo” (fragmento), de Amado Nervo

Tuve miedo…, Es la verdad;
miedo, sí, de ya no verla,
miedo inmenso de perderla
por toda una eternidad.
Y preferí, no vivir,
que no es vida la presente,
sino acabar lentamente,
lentamente, de morir.

“La pasajera” (fragmento), de Juana de Ibarbourou

Va la tarde subiendo hacia la noche,
Río opulento y cálido,
Con olor de duraznos y de rosas.
Con rumores de risas y de llantos,
Con el jadeo del miedo,
Con la espiral del canto.

“Trascielo del cielo azul”, de Juan Ramón Jiménez

¡qué miedo el azul del cielo!
¡negro!

¡negro de día en agosto!
¡qué miedo!
¡qué espanto en la siesta ardiente!
¡negro!
¡negro en las rosas y el río!
¡qué miedo!
¡negro con sol en mi tierra
(¡negro!)
sobre las paredes blancas!
¡qué miedo!

“Tengo miedo” (fragmento), de Pablo Neruda

Tengo miedo. La tarde es gris y la tristeza
del cielo se abre como una boca de muerto.
Tiene mi corazón un llanto de princesa
olvidada en el fondo de un palacio desierto.
Tengo miedo. Y me siento tan cansado y pequeño
que reflejo la tarde sin meditar en ella.

“Satán” (fragmento), de Miguel de Unamuno

Que no puedes llorar. Satán huraño,
preso del miedo único en las redes,
del miedo á la verdad, á que no cedes
¡pobre Satán, padre del desengaño!

“Ayer” (fragmento) de Roque Dalton García

junto a mi miedo el miedo que vencieron los muertos,
junto a mi soledad la vida que recorro,
junto a la diseminada desesperación que me ofrecen,
los ojos de los que amo
diciendo que me aman.

“El ápice” (fragmento), de Jorge Luis Borges

No te habrá de salvar lo que dejaron
escrito aquellos que tu miedo implora;
no eres los otros y te ves ahora
centro del laberinto que tramaron

“El anillo” (fragmento), de Delmira Agustini

El porvenir es de miedo…
¿Será tu destino un dedo
De tempestad o de calma?

Para clararte y sombrearte,
¡Si yo pudiera glisarte
En un dedo de mi alma!…

NOTA: La imagen corresponde a la pintura “La cabeza de Medusa”, de Caravaggio.

Espero volver a verte por aquí…