El concepto de ebriedad o borrachera ayuda al poeta a representar los excesos de cualquier situación humana. En algunos casos a secas y otros mediante el uso, ciertamente más poético de embriaguez. En algunos casos son excesos positivos y en otros representan la decadencia más extrema.
En mi segundo libro, “Plegarias en penumbra”, el poema LVII alude al hastío, la modorra, la rutina, en definitiva, la nada. La embriaguez sería un exceso de nada.
La embriaguez,
que pernocta
allende mis rutinas;
el empacho,
que convive
abrazado a mis costumbres;
la modorra,
que yace
nutriendo mi hastío;
la quietud,
que me lleva
sin freno ni traba
al vacío
que me espera,
me acompaña,
desconcierta
y somete.
Ebrio de nada,
sediento,
alimento mi tedio,
disfruto mis ausencias.
Ya no hay añoranzas,
la euforia es mi pasado…
Me dejo llevar.
Al fin mi arco iris
consiente los grises…
Líber Falco, en una estrofa de su poema “Extraña compañía” utiliza el término ebrio en su sentido literal de borracho:
Sin embargo, con ella a mi costado
yo amé la vida, las cosas todas;
lo que viene y lo que va.
Yo amé las calles donde,
ebrio como un marino,
secretamente fui de su brazo.
En tanto más adelante, en el mismo poema, el sentido es ciertamente figurado, donde la ebriedad invoca el exceso, cosas positivas asociadas al amor.
Mas tocaba a veces la luz del día.
Con ella a mi costado,
ebrio de tantas cosas que el amor nombraba,
como a una fruta
tocaba a veces la luz del día.
Y entre los clásicos abundan muchísimos ejemplos, como los que siguen a continuación, los que si supusieran una enunciación completa sería interminable.
“Trabajar para la muerte” (fragmento), de Idea Vilariño
El sol el sol su lumbre
su afectuoso cuidado
su coraje su gracia su olor caliente
su alto
en la mitad del día
cayéndose y trepando por lo oscuro del cielo
tambaleándose y de oro
como un borracho puro.
“El mensaje perdido” (fragmento), de Marilina Rébora
El mensaje perdido
se lo ha llevado el viento, esa mano de olvido,
el pequeño mensaje que quedara en la puerta;
se fue sobrevolando, como ebrio o perdido,
la rumorosa calle, en la tarde desierta.
“Mi caballero” (fragmento), de José Martí
Ebrio él de gozo,
de gozo yo ebrio,
me espoleaba
mi caballero:
¡qué suave espuela
sus dos pies frescos!
“Habanera” (fragmento), de Mario Benedetti
Nada de eso es exceso de ron o de delirio
quizá una borrachera de cielo y flamboyanes
lo cierto es que esta noche el carnaval arrolla
y hay mulatas en todos los puntos cardinales.
“Voluntad”, de Alfonsina Storni —
Mariposa ebria,
la tarde,
giraba sobre nuestras cabezas
estrechando sus círculos
de nubes blancas
hacia el vértice áspero
de tu boca
que se abría frente al mar.
Cielo y tierra
morían,
en la música verde de las aguas
que no conocían caminos.
«Poema 9» (fragmento), de Pablo Neruda
Ebrio de trementina y largos besos,
estival, el velero de las rosas dirijo,
torcido hacia la muerte del delgado día,
cimentado en el sólido frenesí marino.
El espejo de agua (fragmento), de Vicente Huidobro
De pie en la popa siempre me veréis cantando.
Una rosa secreta se hincha en mi pecho
Y un ruiseñor ebrio aletea en mi dedo.
“La estrella del destino” (fragmento), de Julio Herrera Reissig —
La tumba, que ensañáse con mi suerte,
me vio acercar a vacilante paso,
como un ebrio de horrores, que al acaso
gustase la ilusión de sustraerte.
“Rosa de mi abril” (fragmento), de Ramón María del Valle Inclán
Ciego de azul, ebrio de aurora,
era el vértigo del abismo
en el grano de cada hora,
y era el horror del silogismo.
“Bordas de hielo”, de César Vallejo
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
la estrella de la tarde partirá!
“Mi aurora” (fragmento), de Delmira Agustini
Hoy toda la esperanza que yo llorara muerta
surge a la vida alada del ave que despierta
ebria de una alegría fuerte como el dolor;
y todo luce y vibra, todo despierta y canta,
como si el palio rosa de su luz viva y santa
abriera sobre el mundo la aurora de mi amor.
“¡Dolor! ¡dolor! eterna vida mía”, de José Martí
¡Dolor! ¡dolor! eterna vida mía,
ser de mi ser, sin cuyo aliento muero!
* * *
goce en buen hora espíritu mezquino
al son del baile animador, y prenda
su alma en las flores que el flotante lino
de mujeres bellísimas engasta:
goce en buen hora, y su cerebro encienda
en la rojiza lumbre de la incasta
hoguera del deseo:
yo, embriagado de mis penas, me devoro,
y mis miserias lloro,
y buitre de mí mismo me levanto,
y me hiero y me curo con mi canto,
buitre a la vez que altivo Prometeo.
“La higuera”, de Juana de Ibarbourou
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.
En mi quinta hay cien árboles bellos:
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.
En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.
Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se visten…
Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
-es la higuera el más bello
de los árboles en el huerto.
Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!
y tal vez a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo, le cuente:
-hoy a mí me dijeron hermosa.
NOTA: La imagen corresponde a la pintura “El triunfo de Baco”, de Diego Velázquez.
Espero volver a verte por aquí.