Toda la secuencia de “Soy el silencio” se apoya paradójicamente en la comunicación, ausente el sonido. Esos sonidos del silencio de los que ya hablaran Simon and Garfunkel en la década del sesenta en su mayor éxito, aún vigente.
El silencio también se escucha al liberarnos de los ruidos a los que estamos sometidos en nuestra rutina diaria, al acercarnos a la naturaleza, lejos de la civilización, podemos escuchar esos sonidos silenciosos.
Claro ejemplo de esto es el poema LXXXIII, donde se descubren los mensajes que nos transmite el bosque
Bosque charlatán, locuaz como silencio,
permite intuir entre marcados bullicios,
gritos cargados de forasteros juicios,
si propios, si externos, yo no diferencio.
Catedral de voluntades, mi alma sigue
tras discernir entre mensajes sonidos,
apartando, interferentes, a los ruidos
de fuertes estruendos que el viento castigue.
Y al descender sosegado el conticinio,
no es la verdad que el charlatán enmudece,
más perceptible, el recado prevalece
tan solo el estruendo se va en exterminio.
Es momento de oír las voces serenas.
apartando aquellas que son impostadas,
que traigan palabras a veces sesgadas,
adoptando de ellas, tan solo las plenas.
Y al momento de pasar a las referencias clásicas, hoy les voy a compartir dos poemas completos, ya que ambos tienen la particularidad, como el anterior, que tocan a los bosques y sus sonidos de silencio.
El primero es de IDA VITALE (premio de Literatura en Lengua Castellana Miguel de Cervantes 2018)
Reunión
Érase un bosque de palabras,
una emboscada lluvia de palabras,
una vociferante o tácita
convención de palabras,
un musgo delicioso susurrante,
un estrépito tenue, un oral arcoíris
de posibles oh leves leves
disidencias leves, érase el pro y el contra,
el sí y el no,
multiplicados árboles
con voz en cada una de sus hojas.
Ya nunca más, diríase,
el silencio.
Y el segundo, de Leopoldo Lugones…
El carpintero
El maestro carpintero
de la boina colorada,
va desde la madrugada
taladrando su madero.
No corre en el bosque un soplo,
todo es silencio y aroma.
Sólo él monda la carcoma
con su revibrante escoplo.
Y a ratos, con brusco ardor
bajo la honda paz celeste,
lanza intrépido y agreste
el canto de su labor.
Nota: La imagen corresponde al cuadro “Arboles y malezas”, de Vincent Van Gogh, Museo D’Orsay, París.
Espero volver a verte por aquí,