En la entrada del 5 de agosto pasado te mostraba distintos poemas que giraban en torno a este evento climático tan poético, con ancla en el poema LXXVII de “Soy el silencio” y que aquí te recuerdo
Terca lluvia y tenaz, persistente,
que me mojas los huesos, la mente,
vistiéndolo todo más sombrío.
Un creciente placer me gobierna
al contemplarla impávida, eterna,
trasluciendo cualquier desvarío.
Se disfrazan de gris los colores,
la humedad, que agranda mis dolores,
a mi espíritu mata de frío.
Caminar bajo el cielo techado,
recorriendo el asfalto lavado,
desenfoca mi libre albedrío.
Mas no encuentro placer más glorioso,
tras un vidrio mirando, dichoso,
ver llover no conoce de hastío.
“Soy el silencio” hace referencia a la lluvia, también en el tramo inicial del poema número LXXXII:
Podrá quizás la lluvia arrasar con las pisadas,
las huellas que en el camino el tiempo le mostró,
podrá el trueno silenciar las voces elevadas
o el relámpago la luz que la luna enrostró.
Y entre los clásicos que te puedo añadir a los referidos en la entrada anterior, te presento la “Canción de la lluvia”, de José Ángel Buesa
Acaso está lloviendo también en tu ventana;
acaso esté lloviendo calladamente, así.
Y mientras anochece de pronto la mañana,
yo sé que, aunque no quieras, vas a pensar en mí.
Y tendrá un sobresalto tu corazón tranquilo,
sintiendo que despierta tu ternura de ayer.
Y, si estabas cosiendo, se hará un nudo en el hilo,
y aún lloverá en tus ojos, al dejar de llover.
Pero esta entrada, el retomar este tema, no es más que una excusa para presentarte “Gotas”, de la ganadora del premio Cervantes Ida Vitale.
En esta joya literaria, la poetisa muestra con exquisita metáfora, casi alegoría, las consecuencias y las causas, la vida y la muerte, la lluvia y las gotas.
¿Se hieren y se funden?
Acaban de dejar de ser la lluvia.
Traviesas en recreo,
gatitos de un reino transparente,
corren libres por vidrios y barandas,
umbrales de su limbo,
se siguen, se persiguen,
quizá van, de soledad a bodas,
a fundirse y amarse.
Trasueñan otra muerte.
Nota: la imagen corresponde a la pintura “La diligencia a Louveciennes”, de Camille Pissarro, del museo D’Orsay, Paris.
Espero volver a verte por aquí…
Lindo!É isso mesmo que a chuva representa… Frescor, renovação, vida e limpeza. Obrigada por compartilhar bela poesia.
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Rosángela: La lluvia es un sentimiento que está dentro de nosotros. Te mando un abrazo
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