Todas las etapas de la vida fueron, son y serán recreadas por las distintas artes. Particularmente la poesía tiene profusas invocaciones a ellas, en las que los recuerdos de la infancia, las vivencias del presente y el miedo a la vejez, quedan estampados en versos célebres. La infancia tiene también la posibilidad de ser abordada mediante la contemplación de las generaciones posteriores a la del poeta, como sucede en el poema LXXXV de mi “Soy el silencio”.
El mundo de los niños, que como adulto no comprendo,
nos alecciona en su inocencia una forma de vivir,
cuando al verlos en sus saltos y correteos entiendo
cuán lejos está mi alma de su transparente reír.
De esperanzas y de sueños, de sonrisas y de asombros,
de jugueteos traviesos, de pedir y cuestionar,
de sus ganas me contagio, ya les ofrezco mis hombros,
para el mundo que les demos tratarlo de mejorar.
En sus ojos ilusiones, en su dormir todo es paz,
en sus gritos la alegría, las fuerzas a derrochar,
cuando recreo mi infancia, que ya quedó tan atrás,
no puedo ver lo que en ellos es todo dicha sin par.
Ya recuerdo cuando niño los miedos y los terrores,
la presión de los deberes, tener que salir al mundo,
el espanto tan amigo de no salvar mis errores,
tempranero responsable, muy precoz meditabundo.
A mis hijos no legarles angustias, perturbaciones,
me propongo en mi experiencia no las tengan que tocar,
pero sabiendo que en el mundo acechan confrontaciones,
en un cristal transparente no los he de colocar.
Y como te comenté en la introducción, los clásicos se han ocupado arduamente de los niños y de la infancia como podrás ver con los ejemplos que te expongo a continuación.
“El canal” (fragmento), de Alfonsina Storni.
En la dulce fragancia
De la dulce San Juan,
Recuerdos de mi infancia
Enredados están.
“El niño dormido” (fragmento), de Marilina Rébora.
El niño dormido
no levantes la voz; el niño está dormido.
Contén el paso, espera, aguarda en cauto acecho;
que no se mueva el aire, ni se oiga el menor ruido,
para que en tierna paz, te aproximes al lecho.
“Te amo infancia, te amo”, de Vicente Gerbasi.
Te amo, infancia, te amo
porque aún me guardas un césped con cabras,
tardes con cielos de cometas
y racimos de frutas en los pesados ramajes.
“¿Dónde está el niño que yo fui?” (fragmento), de Pablo Neruda.
Dónde está el niño que yo fui,
sigue adentro de mí o se fue?
sabe que no lo quise nunca
y que tampoco me quería?
por qué anduvimos tanto tiempo
creciendo para separarnos?
por qué no morimos los dos
cuando mi infancia se murió?
“El barrio” (fragmento), de Mario Benedetti.
Volver al barrio siempre es una huida
casi como enfrentarse a dos espejos
uno que ve de cerca otro de lejos
en la torpe memoria repetida
la infancia la que fue sigue perdida
no eran así los patios son reflejos
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida.
“Romance de la luna” (fragmento), de Federico García Lorca.
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
«Regresos» (fragmento), de Meira Delmar.
Quiero saber si lo que busco
queda en el sueño o en la infancia.
Que voy perdido y he de hallarme
en otro sitio, rostro y alma.
Y aunque no suelo repetir autores dentro de una misma reseña, no podía quedar afuera “Ausencia”, de Mario Benedetti.
El niño que no vino
tiene los labios fuertes
tiene las manos tiernas
el alma como nube
no es nadie
es sólo un niño
saca viejas monedas
del bolsillo de Dios
se parece a la madre
su misma risa ancha
su corazón a saltos
juega con los silencios
y con ellos hace otros
silencios
y se aburre
el niño que no vino
no viene
porque cree
que todo el que aquí nace
no se muere
después.
NOTA: La imagen corresponde a la pintura “Niños comiendo uvas y melón”, de Bartolomé Esteban Murillo.
Espero volver a verte por aquí.
Genial
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Maravilloso y tan real todo lo expresan esos versos.
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Gracias por tu concepto, Vicky.
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La infancia… me faltan alas que deshagan el camino y llegar a esa ciudad despreocupada, a esos muros de felicidad desordenada,a esa expectación por lo que viene…y cuando llega el futuro, los niños que fuimos nos miran con la languidez del retrato amarillo…una vez lo plasmé de este modo en un soneto:
NOSTALGIA
Un día hui por la tapia de la niñez
con la curiosidad común de un sello.
Ahora oxidada y sin fuerza para ello
no puedo ir aquella casa otra vez
Muy adentro el olor a ella… mi vejez,
la pobreza alegre, el jardín… y aquello
de lo que escapé me aprieta el cuello.
Estornudo… ¡AH, olores de mi niñez!
Aleaba por agarrar el saliente
de las estrellas. Lejanía de nido;
Bebo el recuerdo y borracho, Ada Luisa,
me traga con lo ingenuo de la prisa,
del bien que nunca escapa del olvido.
¡Ah pértiga… ala… habitar aun mi mente!
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Excelentes versos, Vladimir. Gracias por compartirlos.
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No es nada. Gracias a ti
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