Un tema recurrente dentro de “Soy el silencio” es el abordaje del tiempo y su rápido paso a través de la vida.
Así van apareciendo estrofas y poemas donde presente, pasado y futuro van contando la aventura, marcada por los recuerdos y las esperanzas.
Por observar a la vida en perspectiva
el futuro y el pasado se conjuran,
los recuerdos y esperanzas me saturan,
y el presente va en carrera fugitiva.
La importancia del presente, la lucha con los dos monstruos que lo presionan, la pena por dejarlo pasar sin poder encontrar y valorar lo que estamos viviendo.
El presente rezonga y clama un lugar
que afines del tiempo, sin tregua, le quitan,
a perderse, olvidado, siempre lo incitan,
y se esconde en la noche sin madrugar.
Ese tiempo que no deja de ser una ilusión, una referencia a la realidad.
El tiempo es la ilusión con que forzamos
la realidad perenne e infinita,
en un lapso tan breve encasillamos
la esencia del ser, que no se marchita.
Lo fugaz de los días, en este poema de una sola estrofa, en la que se intenta, justamente por su brevedad, resaltar lo efímero del presente, como se nos escapa volando…
Ayer, hoy era mañana.
Quiero saber dónde voy.
Aplazar vejez temprana,
que mañana, ayer será hoy.
Y el mismo concepto ya en la estrofa de otro poema, con la referencia al avance del calendario.
El hoy no puede mostrarme ni opciones ni brechas,
calendario de a poco vas trocando las fechas,
detenido en mi mente abandonada al vacío:
¡Cuántas hojas que perdiste! Es verano y es frío.
Por último, la noción de tiempo viene de la mano de los cambios vertiginosos, tanto en nuestro mundo como en la vida misma, una carrera que no se puede detener.
Mas nada hay más estable que el cambio a cada instante,
no existe aquel suceso que guarda eternidad,
la tierra rota libre, mirando hacia adelante
y en cada giro muda otra vez su identidad.
Y como ya te tengo acostumbrado, de postre van las referencias a grandes maestros de la poesía que han incursionado en esta temática.
Jorge Cuesta nos dice:
No para el tiempo, sino pasa; muere
la imagen de sí, que a lo que pasa aspira
a conservar igual a su mentira.
No para el tiempo; a su placer se adhiere.
Líber Falco termina sus recuerdos de “Infancia” con estos versos:
Mas, el tiempo pasó.
Pasaron días y días; tiempo y tiempo.
Jorge Luis Borges finaliza de esta forma su poema “El ápice”.
No hay lástima en el hado
y la noche de dios es infinita.
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.
Y para finalizar, un poema completo de Octavio Paz, “Día” dedicado al paso del tiempo.
¿De qué cielo caído,
oh insólito,
inmóvil solitario en la ola del tiempo?
eres la duración,
el tiempo que madura
en un instante enorme, diáfano:
flecha en el aire,
blanco embelesado
y espacio sin memoria ya de flecha.
Día hecho de tiempo y de vacío:
me deshabitas, borras
mi nombre y lo que soy,
llenándome de ti: luz, nada.
Y floto, ya sin mí, pura existencia.
Y vino, y sobrevino la noche.
Nota: La imagen corresponde a “La persistencia de la memoria”, de Salvador Dalí
Espero volver a verte por aquí…
¡genial entrada!
Me gustaMe gusta
¡Gracias Flor!
Me gustaMe gusta