EL SILENCIO

El silencio es un tema al que los poetas de todas las épocas han tratado con asiduidad.

En mi primer libro SOY EL SILENCIO es prácticamente la esencia de toda la obra. Citado regularmente en varios poemas que pueden ser considerados como una cadena independiente dentro de la trama. Sin embargo, acá te presento uno que está por fuera de esa cadena, pero también toca el silencio, como es el poema XXVI:

No esconde el silencio ni un sutil pensamiento,
ni una leve sonrisa, ni un gesto o la faz,
mucho más oculta un velado sentimiento,
guardando del hombre su costado falaz.

Una mueca advertida es la fiel expresión
que aleja el teatro del vivir cotidiano,
se encuentra en el rostro la honradez o traición
que la frase esconde en el decir chabacano.

Tal vez las palabras, con su fácil acceso,
esparcidas al viento parezcan cargar
absolutas verdades, contenido espeso,
que quizá al iluso nunca habrán de amargar.

Pero más allá de las letras y los signos,
donde el desprevenido no puede asistir,
están los mensajes, ni leales ni dignos,
los que el hombre no puede ignorar su existir.

Leyendo entre líneas o viendo los gestos,
escuchando silencios cargados de voz,
debería cada uno escudriñar en éstos
cuál es la intención oculta, la espada o la hoz.

Sin embargo, en mi segundo poemario, PLEGARIAS EN PENUMBRA, también abordo el tema del silencio, apenas tangencialmente, en esta estrofa del poema XXXII:

Mirando hacia abajo me veo erudito
por poco experiente, albañil finalista,
constructor silencioso, apenas artista,
de inmueble firme, quizás no tan bonito.

Los clásicos gastaron un lago de tinta en versos que hablaban del silencio, como queriendo quebrarlo, siempre admirado, la mayoría de las veces indescifrable, pero fascinante de todos modos. Hagamos un breve recorrido por algunos de los más famosos.

«Quiero morir» (fragmento), de Idea Vilariño:

Quiero morir. No quiero oír ya más campanas.
La noche se deshace, el silencio se agrieta.
Si ahora un coro sombrío en un bajo imposible,
si un órgano imposible descendiera hasta donde.

«El silencio que queda entre dos palabras» (fragmento) de Roberto Juarroz:

El silencio que queda entre dos palabras
no es el mismo silencio que envuelve una cabeza cuando cae,
ni tampoco el que estampa la presencia del árbol
cuando se apaga el incendio vespertino del viento.

«Silencio», de Octavio Paz:

Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta

se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

«El silencio», de Federico García Lorca»

Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado,
un silencio,
donde resbalan valles y ecos
y que inclina las frentes
hacia el suelo.

«Cancioncillas espirituales otro silencio», de Juan Ramón Jiménez:

Otro silencio
de noche, el oro
es plata.
Plata muda el silencio
de oro de mi alma.

«Marcha en silencio», de Alfonsina Storni:

La mole negra
del buque, avanza.

Se abren en silencio
los valles de agua.

Ojos fosforescentes
asoman a los pozos de las aguas:

¿Sirenas en hileras,
hacen, acaso, guardia?

Única voz del mar,
una cadena, roe la planchada.

Un fantasma blanco,
sobre el puente, comanda.

«El silencio», de Mario Benedetti:

Qué espléndida laguna es el silencio
allá en la orilla una campana espera
pero nadie se anima a hundir un remo
en el espejo de las aguas quietas
.

NOTA: La imagen corresponde al cuadro En silencio, de Didier Murillo.

Espero volver a verte por aquí…

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