La poesía en el tiempo ha invocado y tratado en forma constante a las aves. Indudablemente, la belleza, los colores vivos y sus cantos hacen a este tipo de animalitos ideales para las metáforas. El vuelo, además, es el símbolo de la libertad, esa que los humanos no podemos esgrimir, de ahí que sea un lugar común al que apelan muchísimos poetas y escritores.
En mi “Soy el silencio” no están ausentes estas citas, como te paso a mostrar con estos ejemplos.
En el poema VIII, el canto de las aves sirve para ubicar al protagonista en el sitio donde se encuentra, añorando tiempos mejores.
No encontrando en las aguas caminos,
extrañando las rutas marcadas,
los bosques con acacias y pinos
y las aves con tristes tonadas.
En el XXII, los cantos de las aves crean un clima, un ambiente de la escena que está plantando el poema.
En la sombra del campo al poniente,
transitando entre silbos y cantos,
va esa voz, que me invita oferente,
a verter esperanza en mis llantos.
Y el LXXXIII corre en el mismo sentido que este último, en forma más indirecta, ya que alude a las charlas del bosque, que no son más que una metáfora que surge de la mezcla de los sonidos del viento y las aves.
Bosque charlatán, locuaz como silencio,
permite intuir entre marcados bullicios,
gritos cargados de forasteros juicios,
si propios, si externos, yo no diferencio.
Y, cuando vamos a los clásicos, tendríamos una enorme lista de poetas que apelan a estos pequeños seres para protagonizar sus poemas. En esta oportunidad, haremos una breve reseña de poetas rioplatenses, con estos poemas completos:
“Cinco últimos poemas para Cris”, de Julio Cortázar.
Ahora escribo pájaros.
No los veo venir, no los elijo,
de golpe están ahí, son esto,
una bandada de palabras
posándose
una
a
una
en los alambres de la página,
chirriando, picoteando, lluvia de alas
y yo sin pan que darles, solamente
dejándolos venir. Tal vez
sea eso un árbol
o tal vez
el amor.
“Un pájaro me canta”, de Idea Vilariño.
Un pájaro me canta
y yo le canto
me gorjea al oído
y le gorjeo
me hiere y yo lo sangro
me destroza
lo quiebro
me deshace
lo rompo
me ayuda
lo levanto
lleno todo de paz
todo de guerra
todo de odio de amor
y desatado
gime su voz y gimo
río y ríe
y me mira y lo miro
me dice y yo le digo
y me ama y lo amo
-no se trata de amor
damos la vida-
y me pide y le pido
y me vence y le venzo
y me acaba y lo acabo.
“Yo no sé de pájaros…”, de Alejandra Pizarnik.
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
“Himno a los pájaros”, de Alfonsina Storni.
Dios te guarde, pajarillo,
flor del bosque, plumas oro,
nadie mate tus pichones,
nadie toque tu tesoro.
La tormenta no te asuste
en las noches despiadadas,
que el viento no te castigue,
ni te maten las heladas.
Que el cazador no te encuentre
cuando te busca en la selva,
la sombra por defenderte,
en sus repliegues te envuelva.
Vuela siempre por los aires,
canta siempre entre las ramas,
picotea los jardines,
cuelga el nido en las retamas.
Dios te guarde, pajarillo,
flor del bosque, plumas de oro,
nadie mate tus pichones,
nadie toque tu tesoro.
“El nido”, de Juana de Ibarbourou.
Mi cama fue un roble
Y en sus ramas cantaban los pájaros
Mi cama fue un roble
Y mordió la tormenta sus gajos.
Deslizo mis manos
Por sus claros maderos pulidos,
Y pienso que acaso toco el mismo tronco
Donde estuvo aferrado algún nido.
Mi cama fue un roble.
Yo duermo en un árbol.
En un árbol amigo del agua,
Del sol y la brisa del cielo y el musgo,
De lagartos de ojuelos dorados
Y de las orugas, de un verde esmeralda.
Yo duermo en un árbol.
¡Oh, amado!, en un árbol dormimos.
Acaso por eso me parece el lecho
Esta noche, blando y hondo cual nido.
Y en ti me acurruco como una avecilla
Que busca el reparo de su compañero.
¡Que rezongue el viento, que gruña la lluvia!
Contigo en el nido, no sé lo que es miedo.
Y, para cerrar, no podía quedar afuera el clásico de los clásicos, quizás la poesía más conocida de todas las de habla hispana, del sevillano Gustavo Adolfo Bécquer, la rima LIII:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
ésas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar,
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
¡así no te querrán!
Nota: la imagen corresponde a la pintura clásica de aves del británico Jakob Bogdani. Espero volver a verte por aquí…
Me gusta mucho la cadencia de los versos. Tienen buen ritmo. Gracias por tu poesía.
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Eres muy amable. Un saludo
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Belíssimo… Obrigada por compartilhar… Lindos poemas. Palavras profundas. Fantástico.
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El agradecido soy yo, Rosángela, muchas gracias por pasa por aquí…
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