CRISTO CRUCIFICADO

El Cristo crucificado es el tema recurrente en el ámbito cristiano, durante la semana santa, especialmente desde el viernes, día de la crucifixión, hasta el domingo de Pascua, en el que los cristianos celebran lo que creen fue su resurrección.

Con enfoque netamente agnóstico, como fue encarado todo mi segundo poemario “Plegarias en penumbras”, le dedico el poema XXV, que aquí te comparto.

Jesús hombre
es un pilar
que no quiero demoler.
¿Quién ha de responder
las dudas,
las preguntas
sobre su divinidad?
Cristo mito,
ese dios
me sumerge en titubeos,
me ahoga en más preguntas
cuando busco las respuestas.
Los quisiera divorciar
la doctrina, de la fe,
el sermón, de su poder,
el nosotros, de su él…
Jesús no quiso ser dios,
nunca levantó un templo,
solo fue la religión,
esa misma
que lo resucitó,
cuando su mensaje
nunca jamás murió.
Jesús no fue cristiano
y aunque fue religioso
su mensaje vigente,
laico lo recibo hasta hoy.
El tan solo habló de amor,
mansedumbre,
trabajo, justicia,
consuelo al dolor.

Al momento de evocar a los clásicos, los hay creyentes, los hay ateos y a continuación creo brindarte un extracto representativo de los ríos de tintas que han derramado los poetas a lo largo de los siglos.

La primera referencia, por historia, por su calidad de religiosa y hasta por el apellido que lleva por elección, el cual hace al tema de hoy, va para Sor Juana Inés de la Cruz:

Firma Pilatos la que juzga ajena

sentencia, y es la suya ¡Oh caso fuerte!

quién creerá, que firmando ajena muerte,

el mismo juez en ella se condena.

La ambición de sí, tanto le enajena,

que con el vil temor ciego no advierte,

que carga sobre sí la infausta suerte,

quien al justo sentencia a injusta pena.

Jueces del mundo, detened la mano

aún no firméis mirad si son violencias

las que os pueden mover de odio inhumano.

Examinar primero las conciencias,

mirad no haga el juez recto, y soberano,

que en la ajena firméis vuestra sentencia.

Si bien es un poema largo, LA MUERTE Y EL CABALLERO de Andrés Eloy Blanco, es bien representativo de la temática que nos convoca, por lo que te lo comparto completo.

Oye, hermano, la linda historia
de la Muerte y el Caballero
que le ocurrió al Niño Jesús
cuando era niño carpintero.

Y al oírla piensa en la gloria
de un gran dolor y un gran denuedo
y en como el sufrir es el vino
que embriaga a las almas sin miedo.

Sucedió que en niño Jesús,
cuando era niño carpintero,
regresaba una vez del bosque
trayendo en el hombro un madero.

-Como pesa, madre, este leño.
¡Me duelen los hombros! _decía;
y le enjugaba los sudores
la señora Santa María.

San José le dijo: – Has sufrido,
pero te he de hacer un regalo:
con el madero que trajiste
te haré un caballito de palo.

Con el viejo tronco sin vida
hizo un caballo el carpintero
y el leño parecía un arbusto
florecido en el caballero.

El niño detuvo su potro
y con serena gracia habló:
– Tú me cabalgaste, madero;
ahora te cabalgo yo.

Pasaron veinte años. Un día
marchaba Jesús al martirio
con una cruz sobre los hombros
el peñasco encima del lirio.

¡Como pesa, madre, este leño!
Y Jesucristo sonreía
y con su llanto caminaba
la señora Santa María.

Llegó al Calvario y dijo Cristo:
-Esta es mi cruz y mi regalo;
con el madero que me duele
haré un caballito de palo.

Lo clavaron: quedó sembrado
y desde arriba Cristo habló:
-Tú me cabalgaste, madero,
ahora te cabalgo yo.

Sobre el viejo leño sin vida
quedó el hijo de Dios clavado
y la cruz parecía un arbusto
florido en el Crucificado.

Pero ante el asombro de todos
azuzó Jesús el madero
y galoparon cielo arriba
el caballo y el Caballero
.

Hermano: la cruz es la gracia
de Dios en el alma del fuerte.
Pídele un caballo de palo
al Caballero de la Muerte.

También, esta vez de autor anónimo, aunque algunos sospechan que puede ser de Francisco de Quevedo va este “Soneto a Cristo crucificado”:

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido:
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera;
pues aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Y en esta selección no puede faltar la “Oración al Cristo del Calvario” de la nobel chilena Gabriela Mistral:

En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.

Amén.

El poema al Cristo de Velázquez, de Miguel de Unamuno, también difícil de resumir, tengo que dártelo completo:

¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno. Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dió toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!

“Pastor que con tus silbos amorosos” (fragmento), de Lope de Vega

Pastor que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos,

vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.

“Cristo en la cruz”, de Jorge Luis Borges:

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,

piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la Inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro de los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

No faltan menciones a la cruz de parte de César Vallejo, donde rescato este fragmento de “El pan nuestro”:

Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!

La introducción de “Prometeo” (fragmento) de Julián del Casal, alude al calvario de Cristo..

Bajo el dosel de gigantesca roca
yace el titán, cual Cristo en el calvario,
marmóreo, indiferente y solitario,
sin que brote el gemido de su boca.

Y para cerrar, quizás el más conocido, dada la divulgación que le dio el catalán Joan Manuel Serrat: La saeta, de Antonio Machado:

¡Oh la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

Nota: La imagen corresponde a “El Cristo crucificado” de Velázquez, justamente aludido en el poema de Miguel de Unamuno, transcripto en la entrada de hoy. El original está en el museo del Prado, Madrid.

Espero volver a verte por aquí.

5 comentarios sobre “CRISTO CRUCIFICADO

  1. Buen día ! Gracias por enviar tu poema. Perdona por no haberte respondido nunca. Lo siento mucho. Pero siempre traduzco tu trabajo al español… Soy brasileño, Gabriel. Felices vacaciones, querida. Que Jesucristo siempre te acompañe 🙏 Tuyo sinceramente Rosangela. Enviado do Yahoo Mail no Android

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  2. Muerte para creer. (Jesús Quintanilla Osorio).

    En un sangriento madero, Yace moribundo Jesús el carpintero Fabricante de este mundo.

    Sin tener culpa de nada Fue crucificado el Nazareno Asesinado con frío destello Expresión de la bajeza humana.

    ¿Qué vas a hacer con Aquel, Que ofreció Su vida por darte eternidad? ¿ Vas a creer en Él, O vas a olvidar Su faz?.

    Obtener Outlook para Androidhttps://aka.ms/AAb9ysg ________________________________

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