El tiempo, la forma como se escapa, ha sido desde siempre base de inspiración para poetas y todo tipo de escritores en cualquier parte del mundo. El pasado, el presente y el futuro deambulan por toda la literatura de la misma forma que corren en el tiempo.
En mi “Soy el silencio”, el pasado está aludido claramente en el poema LVI:
El mañana no existe si el ayer no pasó;
la ilusión que es el tiempo mi sonrisa borró,
en mi magro rostro una queja, eterna, se enciende,
en mi nuda alma una espina, punzante, se prende.
El ayer es el hoy, ¿Permanecerá hasta cuándo?
Cansado de transitar por el mundo vagando;
en mi llanto va la vida, disuelta en mi sangre,
mi vista contempla la cruel tortura del hambre.
El hoy no puede mostrarme ni opciones ni brechas,
calendario de a poco vas trocando las fechas,
detenido en mi mente abandonada al vacío:
¡Cuántas hojas que perdiste! Es verano y es frío.
También en mi segundo poemario, “Plegarias en penumbra” aparece el ayer, con las cicatrices que marcan el presente, como están expuestas en el poema XII:
Cicatrices en el cuerpo,
marcado por los años
y en la conciencia,
modelada por la vida…
Ambos cansados por los sucesos
pero expectantes del porvenir.
Siempre hay tiempo para soñar
porque nunca falta
la chance de hacer planes.
Las cosas pasadas son mejores
pero las que vienen
no tienen límites.
El ayer siempre es real,
podrá ser una realidad desfigurada,
desgastada por el tiempo,
o confundida,
pero al fin, real.
El mañana nos lleva
a una ventana sin horizontes,
los mojones de nuestros sueños
solamente nosotros
los clavamos como estacas,
donde queremos,
o donde podemos…
Y, como siempre, no podía faltar la alusión a los clásicos de siempre, que con el pasado, han gastado un océano de tinta…
“Elegía de un parque”, de Jorge Luis Borges
Se perdió el laberinto. Se perdieron
todos los eucaliptos ordenados,
los toldos del verano y la vigilia
del incesante espejo, repitiendo
cada expresión de cada rostro humano,
cada fugacidad. El detenido
reloj, la entretejida madreselva,
la glorieta, las frívolas estatuas,
el otro lado de la tarde, el trino,
el mirador y el ocio de la fuente
son cosas del pasado. ¿Del pasado?
si no hubo un principio ni habrá un término,
si nos aguarda una infinita suma
de blancos días y de negras noches,
ya somos el pasado que seremos.
Somos el tiempo, el río indivisible,
somos Uxmal, Cartago y la borrada
muralla del romano y el perdido
parque que conmemoran estos versos.
“Hastío del pasado”, de Juana de Ibarbourou
Magdalena: yo a veces envidio lo que fuiste.
Me aburre esta existencia tan monótona y triste.
Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores.
Y después, el sayal gris de los penitentes.
¿Qué importa? Hoy es mi alma un nido de serpientes.
Me vengo del hastío ensoñando el pecado,
Y siento entre mis labios la miel de lo vedado.
El inmenso bostezo de mi paz cambiaría
Por el barro dorado de tus noches de orgía,
Para luego ofrendarlo, en un gran vaso lleno,
De ungüento de nardos, al rubio Nazareno.
¡Hoy daría mi alma por los mil esplendores
Y el vértigo de abismo de tus cien mil amores!
“Tiempo” (fragmento), de Dulce María Loynaz
Tarde, pronto, ayer perdido…
Mañana inlogrado, incierto
hoy… ¡Medidas que no pueden
fijar, sujetar un beso!…
“Cuando me paro a contemplar mi estado”, de Lope de Vega —
Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.
“Coplas por la muerte de su padre” (fragmento), de Jorge Manrique
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando,
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
“Hojas naturales”, de Ida Vitale
Arrastro por los cambios un lápiz,
una hoja, tan sólo de papel, que quisiera
como de árbol, vivaz y renaciente,
que destilase savia y no inútil tristeza
y no fragilidad, disoluciones;
una hoja que fuese alucinada, autónoma,
capaz de iluminarme, llevándome
al pasado por una ruta honesta: abiertas
las paredes cegadas y limpia
la historia verdadera de las pintarrajeadas
artimañas que triunfan.
Hoja y lápiz, para un oído limpio,
curioso y desconfiado.
“Trilce: VII” (fragmento), de César Vallejo
Rumbé sin novedad por la veteada calle
que yo me sé. Todo sin novedad,
de veras. Y fondeé hacia cosas así,
y fui pasado.
“Rima LIV”, de Gustavo Adolfo Bécquer
Cuando volvemos las fugaces horas
del pasado a evocar,
temblando brilla en sus pestañas negras
una lágrima pronta a resbalar.
Y al fin resbala y cae como gota
del rocío al pensar
que cual hoy por ayer, por hoy mañana
volveremos los dos a suspirar.
Y, para finalizar, una de las letras del rock más famosas con un fragmento de “Ayer” (Yesterday), de Paul McCartney, firmado junto a John Lennon.
Ayer
todos mis problemas parecían estar tan lejos,
pero ahora se muestran como si quisieran quedarse aquí…
¡Oh!, yo creo en el ayer…
De repente
No soy ni la mitad del hombre que solía ser
Hay una sombra que se cierne sobre mí
¡Oh!, el ayer llegó de repente…
NOTA: La imagen corresponde a la pintura “La Gioconda – Retrato de Mona Lisa” de Leonardo da Vinci.
Espero volver a verte por aquí…