Sueños y realidad, el mundo ideal de un poeta. La poesía no es más que vestir la realidad de sueños. Y la historia de la poesía es un constante devenir entre los dos mundos. Soñar, que poéticamente aborda sus dos significados, tanto dormir como anhelar, nos va a referir, a través de los versos, a las luchas entre el sueño y la realidad, el ideal y lo concreto, el dormir y el despertar.
En el poema IV de mi segundo libro “Plegarias en penumbra”, intento un canto a los sueños, a mis propios sueños:
A mis sueños
solo yo les miento,
les dibujo alas,
les borro los baches,
les pinto colores,
les prendo la luz…
En mis sueños
me robo los días,
escondo las noches,
barriendo las estrellas
me bebo los colores,
aspirando el sol…
Por mis sueños
no vivo dormido
ni duermo la vida,
despierto a fragancias
tempranas y tibias
que abrigan mi paz…
De mis sueños
guardo sus pestañas,
despliego las formas,
altero contornos,
difumino líneas
sin trazo ni perfil…
Desde mis sueños
diseño alegrías,
sin remordimiento
apelo a fantasías
que no disimulen,
pero adornen la verdad…
Entre mis sueños
falsifico cicatrices
de heridas abiertas,
conforto mi angustia
mientras zurzo recuerdos
les remiendo su red…
Bajo mis sueños
no acoto los logros
ni freno mis ansias,
germino ilusiones
coloridas y eternas,
sin diablo, sin dios…
Contra mis sueños
los miedos me abrazan
quizá compitiendo,
los sueños, sus alas,
el miedo, sus trampas,
la opresión, la libertad…
Es una temática recurrente en mis poemas, ya que los sueños aparecen en varios pasajes de mi primer poemario “Soy el silencio” como en estas estrofas de los poemas XXI y LXXXIX.
Soy el silencio, poema XXI (fragmento)
Sonámbulo despierto, no encuentro distinción
entre este mundo real y el mundo de los sueños,
creyéndolo uno solo me pierdo en la ficción
pero por separarlos son vanos mis empeños.
Soy el silencio, poema LXXXIX (fragmento)
Ahora, de frente, con el alma erguida,
límpidos surgen unos sueños reales,
al verlos se siente que aflora la vida
y el insomnio se echa ante los ideales.
Y cuando recurrimos a los poetas clásicos, resulta ineludible remitirnos a “Primero sueño”, de sor Juana Inés de la Cruz, quizás su obra más emblemática, a la que corresponde el siguiente fragmento:
Consiguió, al fin, la vista del ocaso
el fugitivo paso,
y —en su mismo despeño recobrada
esforzando el aliento en la ruina—
en la mitad del globo que ha dejado
el Sol desamparada,
segunda vez rebelde determina
mirarse coronada,
mientras nuestro Hemisferio la dorada
ilustraba del sol madeja hermosa,
que con luz judiciosa
de orden distributivo, repartiendo
a las cosas visibles sus colores
iba, y restituyendo
entera a los sentidos exteriores
su operación, quedando a luz más cierta
el mundo iluminado, y yo despierta.
Tan o más clásico que ella, va este soneto (de La batalla de honor), de Lope de Vega:
Blando sueño amoroso, dulce sueño,
cubre mis ojos porque vaya a verte,
o ya como imagen de la muerte
o porque viva un término pequeño.
Con imaginaciones me despeño
a tanta pena y a dolor tan fuerte
que sólo mi descanso es ofrecerte
estos sentidos de quien eres dueño.
Ven, sueño, ven revuelto en agua mansa
a entretener mi mal, a suspenderme,
pues en tus brazos su rigor amansa.
Ven, sueño, a remediarme y defenderme,
que un triste, mientras sueña que descansa,
por lo menos descansa mientras duerme.
Quizás no haya en el arte poético nada más representativo de los sueños que la célebre obra teatral “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, cuyo título dice todo y, en uno de los tantos monólogos del protagonista, manifiesta que el hombre que vive sueña, la esencia de la obra.
Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.
Gustavo Adolfo Bécquer, en su rima XC, prácticamente coincide con Calderón:
Es un sueño la vida,
pero un sueño febril que dura un punto;
cuando de él se despierta,
se ve que todo es vanidad y humo…
¡Ojalá fuera un sueño
muy largo y muy profundo,
un sueño que durara hasta la muerte!…
Yo soñaría con mi amor y el tuyo.
Delmira Agustini, recurre a los sueños a través de todo su poema “Yo te diré los sueños de mi vida”, del que solo te muestro dos estrofas:
¡Imagina el amor que habré sonado
en la tumba glacial de mi silencio!
más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.
Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú que sabes si pesan, si consumen
alma y sueños de Olimpo en carne humana.
Federico García Lorca arranca su “Gacela de la muerte oscura” con los sueños de otros, los de todos…
Quiero dormir el sueño de las manzanas,
alejarme del tumulto de los cementerios.
Quiero dormir el sueño de aquel niño
que quería cortarse el corazón en alta mar.
“Sueño despierto” de José Martí es una perla más de este muestrario,
Yo sueño con los ojos
abiertos, y de día
y noche siempre sueño.
Y sobre las espumas
del ancho mar revuelto,
y por entre las crespas
arenas del desierto
y del león pujante,
monarca de mi pecho,
montado alegremente
sobre el sumiso cuello,
un niño que me llama
flotando siempre veo!
Jorge Luis Borges cierra su poema “La cierva blanca” en el mundo de los sueños:
Los númenes que rigen este curioso mundo
me dejaron soñarte pero no ser tu dueño;
tal vez en un recodo del porvenir profundo
te encontraré de nuevo, cierva blanca de un sueño.
Yo también soy un sueño fugitivo que dura
unos días más que el sueño del prado y la blancura.
En el último ítem, el X, de su Decálogo del artista, Gabriela Mistral es autocrítica en la comparación entre los sueños y la realidad.
X De toda creación saldrás con vergüenza, porque fue inferior a tu sueño, e inferior a ese sueño maravilloso de dios, que es la naturaleza.
Miguel de Unamuno le imprime filosofía en las preguntas finales de su poema “Morir soñando”.
¿Soñar la muerte no es matar el sueño?
¿Vivir el sueño no es matar la vida?
¿A qué poner en ello tanto empeño?:
¿aprender lo que al punto al fin se olvida
escudriñando el implacable ceño
-cielo desierto- del eterno Dueño?
Tampoco puede faltar Pablo Neruda, con su búsqueda del amor por entre los sueños:
Quién era aquella que te amó
en el sueño, cuando dormías?
dónde van las cosas del sueño?
se van al sueño de los otros?
y el padre que vive en los sueños
vuelve a morir cuando despiertas?
florecen las plantas del sueño
y maduran sus graves frutos?
“Sueño de plumas” de Octavio Paz es prácticamente la alegoría de un sueño:
La mano azul
se ha vuelto pluma dibujante.
Arriba nace el Fuji,
vestido de blanco.
Ladera de yerbas altas:
brotan tres pinos y un fantasma.
Unas golondrinas preguntan por la luna.
Abajo, en un lecho de terciopelo ajado,
duermen plumas aceradas.
Son semillas que sueñan su resurrección:
mañana serán surtidores
En “Romería”, Cesar Vallejo comienza aludiendo metafóricamente, a la lucha entre el sueño y la realidad.
Pasamos juntos. El sueño
lame nuestros pies qué dulce;
y todo se desplaza en pálidas
renunciaciones sin dulce.
Mario Benedetti aborda recurrentemente el mundo de los sueños, en ambos sentidos de la palabra. En su “Hasta mañana” de alguna manera emparenta la muerte con el sueño:
Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño
Eduardo Milán, nos mezcla recuerdos y sueños, a un punto que es difícil apartarlos. El climax lo logra en la excepcionalmente gráfica línea “ya no sueño, sueño con soñar lo que soñaba”.
estaba un enero a los 14 años en la estancia de mi padre en Tres Cruces
tierra límite entre Tacuarembó y Salto
tenía un garrafón de agua, una guadaña para cortar la yerba mala extendida
un perro, un caballo, todo el sol de la mañana a pique, soñaba
ahora que no estoy allí recuerdo la estancia de mi padre
el garrafón de agua, la guadaña, la extendida yerba mala
el perro, el caballo, todo el sol de la mañana, ya no sueño
sueño con soñar lo que soñaba -todo junto-
ese enero en el campo con el sol a pique
que So-shu soñó
salvo en mí
no está mi padre
Y, a modo de cierre, un ejemplo de los sueños de Ida Vitale, en sus “Sueños de la constancia, con su poema “Destino”
Te habrán ofrecido la mano,
condonado la deuda,
servido,
como si fuese posible elegir ya,
parálisis o sueños.
A esta hora los dioses carnívoros
habrán abandonado el bosque;
tramposos, te han abierto paso
para que bajes hacia el círculo,
para que te equivoques
y digas: para qué,
para que viendo, ciegues,
y con todas las músicas a tu alcance
llenes de cera torpe, triste, tus oídos.
Quizás esta temática sea la más prolífica de todas las que te mostré a través de este blog. Sin embargo, no quedan dudas de que las citas de esta entrada son una ínfima muestra de todo lo que los poetas de habla hispana han soñado a través de sus escritos.
NOTA: La imagen corresponde a la pintura “La pesadilla”, de Henry Fuseli.
Espero volver a verte por aquí…
Excelente Gabriel. Me encanta cómo abordas cada idea.
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Gracias, Gus. Abrazo
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Gracias, muy inspirador.
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